Takehito Miyatake, enamorado de la enigmática luz de los volcanes y las luciérnagas de Japón

  • Ganador de uno de los premios de fotografía National Geographic de 2014, se dedica a retratar, siempre de noche, las "olas de energía" de las erupciones.
  • Opina que la luz de Japón es única y empuja a los habitantes a seguir viviendo en el país a pesar del peligro de los destructivos y frecuentes desastres naturales.
  • Le gusta especialmente el volcán Sakurajima, que entra en erupción mil veces al año y está a cinco kilómetros de una ciudad de 1,7 millones de habitantes.
Un enjambre de luciérnagas (hotaria parvula) retratadas en un bosque durante la noche. Cada insecto mide cinco milímetros y los japoneses las llaman luciérnagas doradas
Un enjambre de luciérnagas (hotaria parvula) retratadas en un bosque durante la noche. Cada insecto mide cinco milímetros y los japoneses las llaman luciérnagas doradas
© Takehito Miyatake - Courtesy Steven Kasher Gallery
Un enjambre de luciérnagas (hotaria parvula) retratadas en un bosque durante la noche. Cada insecto mide cinco milímetros y los japoneses las llaman luciérnagas doradas

El fotógrafo Takehito Miyatake (1966) sostiene que los 118 volcanes casi todos activos que pueblan el archipiélago de Japón —en todo el mundo hay unos 1.500— tienen bastante que ver con la belleza del país y la fascinación magnética que la naturaleza ejerce sobre sus habitantes. Dedicado a retratar las "olas de energía" de las erupciones volcánicas, este talento emergente de la fotografía japonesa cree que la tensión y los amplios matices de la luz, tanto la explosiva de los volcanes como la efímera de las luciérnagas, explica en parte por qué la población del país sigue viviendo en zona sometidas a frecuentes desastres naturales, algunos de destrucción tan "indescriptible" como la causada por el terremoto y posterior tsunami de 2011.

Las fotos de Miyatake, que ganó el segundo premio en el certamen nacional japonés Nikkei National Geographic de 2014, están ancladas en la tradición milenaria de la pintura naturalista de paisajes del país. Las imágenes —una violenta erupción volcánica con una tránquila bahía con barcos anclados en primer plano,  un puente rodeado de los rayos de luz producidos por el resplandor de las luciérnagas en vuelo, una zona boscosa con estallidos que brillan intensamente como linternas, la luna sobre rocas de lava negra, los rastros concéntricos de las estrellas provocados por la rotación de la Tierra...— aprovechan las largas exposiciones y, sobre todo, las "olas de energía" que pueblan el ambiente.

Inspirado en la poesía

En su primera exposición en los EE UU, en la Galería Steven Kasher de Nueva York del 28 de mayo al 7 de junio, Miyatake muestra una selección de fotos que exploran la interacción entre luz del Japón —que tiene, dice, "cierta cualidad misteriosa, enigmática, compleja y única"—, el paisaje natural, la tierra , el agua y el cielo. Para explorar la "cualidad mística" que rige en esta ecuación de relaciones complejas, el fotógrafo se inspira en los poemas waka, en especial los de Utsubo Kubota (1877-1967), de quien cita unos versos como lema central: Las luciérnagas revolotean por encima del encharcado arrozal, el reflejo de su luz continúa sin problemas en el lejano cielo estrellado.

La imagen de los insectos luminiscentes prolongándose en la radiación de las estrellas nocturnas ha sido desarrollada por el artista en la espectacular serie Hotaru (Luciérnagas en japonés). El fotógrafo juega, en fotos nocturnas tomadas con exposiciones de varios minutos, con la idea mitológica de que los destellos tenues de las luciérnagas, que sólo pueden alumbrar durante 20 días del año biológico que viven, son una forma de lograr que los muertos puedan vivir en el cielo durante la eternidad.

Erupciones frecuentes en la bahía

Las imágenes de más impacto de Miyatake, sin embargo, son las de erupciones volcánicas. Está especialmente fascinado con el Sakurajima, al que he dedicado una serie completa de fotos. El volcán, de 1.117 metros de alto y situado en el sur de la isla de Kyūshū, tiene actividad una media de mil días cada año, preside una bellísima bahía y está a cinco kilómetros de la ciudad de Kagoshima, donde viven 1,7 millones de personas. El artista ha retratado el volcán desde 2009, fascinado por los colores de tonos especialmente brillantes y la luz generada por las frecuentes erupciones explosivas y violentas.

El fotógrafo está convencido de que existe una relación íntima e imposible de quebrar entre los japoneses y la cualidad de la naturaleza del país. "Incluso después de la catástrofe indescriptible de 2011, las personas permanecen en esta tierra ¿Por qué seguimos viviendo aquí, a merced de un poder tan abrumador de la naturaleza?", se pregunta. "Tal vez sea porque el riesgo es compensado por la extraordinaria belleza del paisaje y la luz que aspiro plasmar en mis fotografías", responde.

"Luz despiadada"

Para Miyatake, en Japón "los enormes poderes de la naturaleza están mucho más allá de la sabiduría humana y compiten entre sí" y hay una gran energía que se puede discernir en el resplandor de la lava al rojo vivo de los volcanes y los relámpagos azulados que generada la electricidad estática liberada por las explosiones. "Es una luz tan despiadada como para despertar el horror, pero para los japoneses tienen un encanto de otro mundo".

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