Comprar un piso implica una larga y no deseada relación con un banco. Quedamos atados a una entidad financiera porque de su préstamo, su hipoteca, depende nuestra "feliz" adquisición. Pero firmar esa hipoteca con un banco no nos ata de por vida a esa entidad. Podemos, y a veces debemos, cambiar.

Un 66% de los consumidores está dispuesto a cambiar de banco para mejorar las condiciones de su hipoteca. Lo aseguraba un estudio de la Federación de Consumidores y Usuarios Independientes (FUCI) elaborado en 2012, que concluía que solo un 38% estaba satisfecho con su entidad bancaria. El sondeo señalaba que del total de usuarios que cambiarían de banco, un 29% lo haría si no le cobraran comisiones.

Y sin embargo, muchos clientes de productos bancarios no cambian de banco por pereza o porque piensan que los trámites son demasiado complicados o costosos. Como recuerda y repasa iAhorro, razones para coger nuestra hipoteca y llevárnosla a otro banco hay muchas.

La primera razón de peso es mejorar las condiciones de la hipoteca, sobre todo en cuanto al tipo de interés que se paga por el préstamo. Pero cuidado, porque podemos dar con una oferta mejor sin valorar otros gastos, como los de subrogación, de notaría o gestoría. Debemos contar con todo ello. Puede que la nueva entidad nos guíe durante toda la operación de gestión, documentación y proceso de trámite.

El problema puede no ser la cuota y sí la comisiones. Si al negociar con nuestro banco no hemos conseguido reducir esas comisiones tendríamos que plantearnos el cambio de entidad. De ese modo, tal vez logremos reducir su cuantía o el número de productos vinculados.

En tiempos de crisis, el mercado hipotecario se ha vuelto menos favorable, pero buscando en un comparador de hipotecas, tal vez todavía encontremos alguna entidad que ofrezca condiciones interesantes para aquellos clientes que cambien de hipoteca. De encontrarlo, podríamos conseguir descuentos en recibos o determinadas ofertas. En este caso, conviene analizar si esos descuentos tienen una duración promocional o son permanentes.

La última razón es la más obvia y sin embargo parece mover a pocos. Puede ocurrir que nuestro banco, "el dueño de nuestra casa", nos de un trato que deje mucho que desear. O sea, que podemos estar  descontentos con el servicio y la atención recibida. Puede pasar que buscando demos con un banco que nos ofrece mejores o iguales condiciones pero que al menos nos trate como merecemos: como personas, al menos como clientes, pero no como números.