Michael Haneke: cine de minorías, fenómeno de masas

  • El cineasta austríaco Michael Haneke ha recibido este miércoles en Madrid la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes.
  • Este sábado se estrena en Madrid su versión de la ópera 'Così fan tutte', de Mozart, mientras que el domingo, el filme 'Amor' opta a cinco premios Oscar.
  • Haneke ha hablado con la prensa sobre ópera y cine.
El director Michael Haneke en el Círculo de Bellas Artes.
El director Michael Haneke en el Círculo de Bellas Artes.
JORGE PARÍS
El director Michael Haneke en el Círculo de Bellas Artes.

La mañana del miércoles, decenas de estudiantes, periodistas y amantes del cine abarrotaban una de las salas del Círculo de Bellas Artes de Madrid para recibir al austríaco Michael Haneke, una de las figuras actuales más aclamadas del séptimo arte y serio candidato, gracias a su filme Amor, a obtener uno o más Premios Oscar el próximo fin de semana en Los Ángeles (su cinta está nominada en las categorías de Mejor película, Mejor director, Mejor actriz principal, Mejor guión original y Mejor película de habla no inglesa).

Tanta expectación por ver, escuchar y preguntar a Haneke estaba más que justificada. El esquivo director lleva dos meses en Madrid, trabajando en el Teatro Real en su segundo proyecto operístico —Così fan tutte, de Mozart—, y no ha accedido a conceder ninguna entrevista. En este tiempo, ni siquiera ha permitido que se le hagan fotos o que se aproveche su estancia en la capital con fines publicitarios. Para Haneke, la labor del artista se centra en la creación, la promoción queda en un segundo plano. Este martes, al fin, con la ópera lista para estrenarse el sábado 23 de febrero, Haneke ha tenido tiempo, primero para recibir la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes — con la que se valora la contribución de su obra a la renovación de las artes y de la cultura contemporánea— y después para atender a la prensa.

Irónicamente, a pesar de su carácter reservado y de la peculiaridad de su filmografía y su lenguaje, que él mismo define como "una reacción u oposición al mainstream", al cine de masas, Michael Haneke se ha acabado convirtiendo en una estrella internacional con miles de fans, algo que no lleva demasiado bien. "Yo, como la mayoría de los directores, no me siento cómodo delante de las cámaras", ha asegurado al poco de comenzar una rueda de prensa en la que el cineasta no ha querido tomar la iniciativa y ha dado paso directamente a la ronda de preguntas.

Sobre Così fan tutte apenas ha dado información: "¡Dejáos sorprender!", aunque sí le ha dedicado palabras a su papel en el proyecto. "Para mí no hay diferencia entre actores y cantantes. Tenga en cuenta que yo he trabajado mucho en teatro. No digo 'ahora el cantante avanza', digo 'ahora el actor avanza'", asegura Haneke, quien ve más similitudes que diferencias entre cine y ópera. "Estas dos disciplinas tienen más que ver entre sí que el cine y el teatro, sobre todo por el ritmo. Los actores tienen que atender al ritmo de la narración mientras que los cantantes de ópera dependen del ritmo de la música", señala. Pocos comentarios más ha realizado sobre este asunto, salvo un lacónico "con Mozart estás condenado a fracasar. La gran cuestión es a qué nivel va a estar tu fracaso".

Haneke prefiere hablar de cine. De hecho, se considera "más director de cine que de ópera" y es más que probable que esta obra operística sea "la última". "He estado mucho tiempo ocupado con la posproducción de Amor y ahora quiero dedicarme a escribir un nuevo guión, centrarme en mi propia profesión", explica. Es su trabajo cinematográfico, como director y guionista, el que ha convertido al austríaco en una referencia del celuloide. Su punto de vista realista y crudo, que hace que el espectador se sienta incómodo en la butaca, que ofrece más preguntas que respuestas y muestra la dureza de la vida sin artificios, ha sido el germen de laureadas producciones como La pianista o La cinta blanca.

Todas las películas de Haneke producen un fuerte impacto en la sensibilidad del público, aunque el director asegura que no es su intención que nadie lo pase mal: "No hago películas para que el espectador sufra. Si sufre —añade ya en tono de broma— tal vez tiene sus razones". "Cuando hago una película quiero que la gente se emocione, es algo que deseo como cineasta", asegura. En el caso concreto de Amor, que aborda el tema de la vejez, "es algo que pasa en todos las familias, puede ser a los abuelos, a los padres o a uno mismo, por lo que resulta un tema muy cercano". Con estos comentarios, el cineasta demuestra que, a diferencia del mutismo que muestra respecto a la ópera, sí le gusta hablar de su cine... aunque con reservas. "Suelo hablar de mis películas pero no doy un manual para interpretarlas, eso se lo dejo al espectador", matiza.

Las ideas de mis películas muchas veces surgen de las cosas que me molestanEscuchando sus palabras, es obvio que adora su trabajo: "Hago cosas que me producen placer. Si un tema me entusiasma, no necesito más motivación. Tengo la gran ventaja de los artistas que trabajan en lo que les gusta y además les pagan por ello", responde Haneke a una pregunta sobre sus motivaciones. En cuanto a la elección específica de temáticas para cada una de sus obras, la respuesta es más concreta: "Muchas veces son cosas que me molestan, que me inquietan. Me pongo a pensar en ello y de ahí nace algo".

En cuanto a la relación de música y cine, Haneke habla de un vínculo "ambiguo". "Odio la música de fondo. A veces está ahí para esconder las carencias del guión o de la película en general. Sin embargo, también se puede usar como parte de la narrativa de la película. Por ejemplo, puedes coger algo que ya existe e incluirla en el filme. Es como una cita dentro de la película", relata. Como ejemplo cita nuevamente a Amor, donde en un determinado momento suena Bach: "Es una forma de enriquecer la película".

Haneke se enfrenta ahora a una nueva contradicción, la del ídolo de minorías que está a un paso de alzarse glorioso en la meca del cine de masas. Su siguiente parada es Hollywood, donde defenderá su Amor cinematográfico mientras su amor operístico se estrena en Madrid.

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