Los perros domesticados descienden de los lobos salvajes que se alimentaban de los desperdicios de los humanos tras el desarrollo de la agricultura, hace 10.000 años, y que fueron adoptados por estos para vigilar el poblado durante la noche y protegerlos de amenazas externas, según un estudio publicado por la revista Nature.

Un equipo de investigadores de la Universidad de Uppsala, en Suecia, señala que los genes de los lobos "se adaptaron" a una dieta basada en alimentos con alto contenido en almidón. Esta molécula, que supone entre el 70 y el 80% de las calorías que los humanos consumen, está presente en las plantas y estos animales comenzaron a consumirla paralelamente al desarrollo de los cultivos.

De esta forma, "los restos de los humanos, incluyendo los alimentos ricos en almidón, pueden haber atraído a estos lobos hacia nosotros. Esto significa que la comida puede haber iniciado el proceso de domesticación", según indicó Erik Axelsson, autor del artículo.

La adaptación de los genes, tanto de humanos como de lobos, para poder ingerir este alimento y ser capaces de sobrevivir, supuso también, según el estudio, un cambio en el sistema nervioso y el comportamiento de los que serían los primeros perros, haciéndolos más tranquilos. "Seguir el rastro hasta el poblado implica que perdieran la timidez, así no tenían que gastar energía huyendo a menudo de los humanos", explica el científico.

Una vez adaptados al almidón, según los científicos, los cachorros de los lobos salvajes fueron adoptados, hace 10.000 años, por los primeros humanos sedentarios para la vigilancia nocturna y la protección del poblado ante amenazas externas. Además, del estudio se desprende que el acercamiento de los gatos a los humanos proviene también de la aparición de la agricultura. No obstante, los felinos no estaban interesados en el grano, sino en los animales que se alimentaban de él, como los ratones.

Por otro lado, la similitud entre los aparatos digestivos de humanos y perros, que se ha visto reforzada con este descubrimiento, podría aportar luz a ciertas enfermedades, como la diabetes, cuyo estudio podría profundizarse, según Axelsson, en los animales.