Los 366 días de ciencia que hemos disfrutado este año han estado cargados de emociones como pocos, con aterrizajes formidables sobre el planeta rojo y descubrimientos fascinantes que quedarán para siempre en los libros de física.

Pero conviene no olvidar que la ciencia la hacen las personas; investigadores, equipos humanos, liderazgos carismáticos, talentosos inventores, sanas rivalidades que nos hacen llegar más lejos. Los logros de este año los descubrimos a través de sus rostros:

El 4 de julio los científicos del laboratorio europeo de física de partículas CERN anunciaron en un acto emocionante, provocando las lágrimas al propio Peter Higgs, el hallazgo de una partícula consistente con el bosón de Higgs.

En ese trascendental evento se daban la mano los 6.000 científicos de 80 naciones que trabajan a las órdenes de Rolf Heuer con fascinantes teorías de hace cinco décadas. Como explicó en exclusiva a Materia el propio Heuer: "El higgs es más importante que la llegada del hombre a la Luna".

El descubrimiento del Higgs, en el que participaron investigadores españoles, abre un nuevo periodo de investigaciones no solo dentro de la física teórica, sino también en el propio LHC, que penetrará en un terreno desconocido en sus nuevas tareas.

Este año ha sido el año de los recortes, y la ciencia y el I+D+i han sido uno de sus víctimas. De nada sirve que la investigación siga dando alegrías y alcanzando objetivos como el Higgs, Marte o los avances contra la malaria.

Aunque todos los países sufren el tijeretazo en alguna medida, la situación en España está obligando a toda una generación a plantearse que su mejor salida pase por el aeropuerto. Tanto es así, que ya no es raro ver a los científicos españoles manifestándose contra los recortes.

Se trata de una situación terrible para muchos y que provoca situaciones kafkianas en las que el Gobierno homenajea a los científicos a los que deja sin recursos. Materia se posiciona en contra de los tijeretazos que condenan al retraso al país y mostró su apoyo a estos científicos dando voz a algunos de los que tendrán que marcharse, como el bioquímico David López que aseguraba: "Ya no creo que vuelva si no es jubilado o en un ataúd".

En esta campaña contra los recortes, mantenemos abierto un interactivo abierto a los lectores para que sugieran o añadan nuevos mojones en el largo camino del abandono de la ciencia en España.

"Ahora sois más cool de lo que solíais ser". Con estas palabras, el presidente de EEUU, Barack Obama, expresaba lo que muchos habían pensado. El chico de la cresta (mohawk guy), Bobak Ferdowski, se convirtió en una imagen icónica del presente de la ciencia: moderna, atractiva, cool.

Ferdowski, a sus 33 años, tiene ya un importante puesto de responsabilidad en el equipo que llevó al Curiosity hasta Marte, donde lleva ya casi medio año despertando nuestra imaginación y realizando interesantes trabajos científicos.

Junto a él, Adam Steltzner, con tupé y botas de punta, también atrajo buena parte de los objetivos de las cámaras: fue responsable de que los siete minutos de terror se convirtieran el 6 de agosto en uno de los momentos más exitosos de la ciencia aeroespacial moderna. Una aventura que también cuenta con participación española.

Su hazaña tuvo al planeta en vilo. Este paracaidista suizo lleva desde los 16 años saltando desde grandes alturas, y en 1999 saltó desde el edificio más alto del mundo, las Torres Petronas de Kuala Lumpur.

El 14 de octubre pasado despegaba desde Roswell (Nuevo México) para volver a asombrar al mundo desde una altura de 39.068 metros, desde la cual efectuó una caída libre.

Se convertía así en el primer ser humano en romper la barrera del sonido sin apoyo mecánico (lo consiguió en los primeros 40 segundos), y en el que lo hizo desde un punto más alto. No era, sin embargo, el primer humano en saltar desde la estratosfera. Materia contó la sorprendente historia del militar soviético que lo hizo antes que él.

Junto a algunos grandes éxitos, la ciencia en 2012 también ha sufrido un importante golpe. Y los seis geólogos (junto a un funcionario) condenados por homicidio tras el terremoto de L’Aquila son sus mártires.

La comunidad científica internacional todavía se pregunta hasta qué punto un experto puede ser responsable penalmente de la falta de precisión de sus proyecciones. La comisión designada en 2009 para analizar una serie de terremotos que se daban en la localidad italiana no alertó a la población de que sufrirían un gravísimo seísmo (de magnitud 6,3) que mató a más de trescientas personas.

Los sismólogos lo pagarán con la cárcel. Y lo que todos se preguntan es, ¿quién va a querer ser miembro de un comité de expertos tras L’Aquila?