Cánovas tuvo que pelear duramente para que el Gobierno cediera al Ayuntamiento parte del terreno ganado al mar para la ampliación del puerto. A cambio, su estatua presidiría el nuevo equipamiento. El parque tardó en sembrarse más de 30 años, y en la plantación colaboraron las familias ricas cediendo ejemplares exóticos de los jardines de sus villas. Además del paseo de plátanos orientales, desaparecido en la reforma a la que se somete actualmente, se reunió una colección de 140 especies vegetales de Asia, América del Sur, Australia y África que sigue siendo hoy de las más importantes de Europa.
... Y las anteriores, en
La ciudad terminó de saldar su deuda con Cánovas en 1975, cuando se inauguró una estatua dedicada a él que hoy está aislada del parque, en una glorieta de la Malagueta. Más o menos en esa época los ciudadanos empezaron a abandonar el parque, confirmando que nunca se valora lo que se tiene, o que pasear por los espacios abiertos ha dejado de ser una actividad socialmente interesante. Tal vez la reforma, y la inevitable parafernalia propagandística de la reinauguración (que nos cogerá en vísperas de elecciones), nos lleve a mirarlo con otros ojos, a descubrir que el paso del tiempo no siempre devalúa las cosas en esta ciudad efímera.
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