Fue un momento crucial en la evolución del arte occidental. Los artistas del Cinquecento veneciano superaron a sus antecesores en la perfección de la perspectiva, las texturas y la atmósfera de los cuadros. Crearon escenas emocionales y sensuales, con gestos sutiles, un tratamiento superior de la luz y superficies aterciopeladas.

El Museo de Young de San Francisco (California, EE UU) expone en Masters of Venice (Maestros de Venecia) una cuidada selección de cuadros venecianos del siglo XVI con temas relativos a la pasión y el poder.

50 obras de imprescindibles como Tiziano, Giorgione, Veronés, Andrea Mantegna y Tintoretto ilustran el momento álgido de la pintura en Venecia. Los cuadros pertenecen al austriaco Kunsthistorisches Museum, en Viena, una pinacoteca que atesora las obras gracias al afán coleccionista de los emperadores y archiduques de la Casa de Habsburgo.

Entre las obras destacadas de la muestra está la representación de San Sebastián de Andrea Mantegna (1431-1506), un maestro del Renacimiento temprano que pintó al santo tres veces -ésta fue la primera- a lo largo de su vida. Los detalles escultóricos y arquitectónicos forman una perspectiva lineal muy novedosa en el momento.

Se exponen también cuatro cuadros de Giorgione (1477-1510), uno de los pintores más enigmáticos de la historia del arte, al que sólo se le atribuyen con seguridad seis obras. Los tres filósofos, el misterioso retrato de una mujer (Laura) y un muchacho pensativo con una flecha clavada en el pecho comparten el gesto entre ensimismado y melancólico que caracteriza a los personajes del artista, que murió de peste a los 34 años, contagiado por la mujer a la que amaba.

Masters of Venice cuenta con una docena de trabajos de Tiziano, entre ellos el de la suntuosa Danae, amante de Zeus. El poder de los colores de las obras de Veronés se admira en el esplendoroso cuadro de la heroína Lucrecia, de piel cremosa, tan llena de luz que minimiza la importancia de la daga que usa para quitarse la vida.