Snowboard, el arte de vivir 365 días sobre una tabla

  • Los profesionales sienten su trabajo como un estilo de vida más que un deporte.
  • Viven de sponsors, de lo que sacan por fotos y vídeos, y de la competición.
  • Largas estancias en la montaña, meses fuera de los hogares e inestabilidad.
El 'rider' Fernando Natalucci realiza un salto.
El 'rider' Fernando Natalucci realiza un salto.
Andoni Epelde
El 'rider' Fernando Natalucci realiza un salto.

Blanco. Silencio. Vegetación salvaje transformada únicamente por la mano del hombre. Balcones helados, abismos congelados. Un parque recreativo para que el ser humano ponga en órbita todos sus sentidos. La montaña es el hábitat, sea cual sea. Eso sí, la nieve es un requisito indispensable. Y una tabla, el catalizador puro. Snowboard, un modo de vida más allá del deporte.

"Es una forma de hacer arte. Puedes ser un chico cualquiera, un pardillo, alguien que no parezca un atleta en absoluto y convertirte en una superestrella". Palabra de Lauri Heiskari, finlandés del equipo Internacional DC, uno de los principales baluartes de este deporte.

Su visión casa por completo con la de Fernando Natalucci, rider del equipo nacional de DC y residente en Sierra Nevada. "Es toda mi vida, mi pasión. La forma que elegí y mi trabajo. Lo disfruto y me considero todo un privilegiado. Eso sí, vivir así implica renunciar a muchas cosas. Hay mucha gente que no podría soportarlo, gente a la que le gusta tener su lugar".

El primero pasea su nombre junto al de los más famosos del mundo; el segundo está algún peldaño más abajo. Ambos piensan en blanco: misma filosofía, misma vida. Viajan todo el año en busca de nieve, de una estabilidad económica que no existe y del "sitio perfecto".

Viven de lo que puedan sacar en las competiciones y de los diferentes sponsors: una asignación mensual que puede ir desde los 400 euros (caso de Natalucci con DC) en adelante; gastos pagados para los viajes y material de trabajo gratis (ropa y tablas); además de recibir una asignación por los vídeos y las fotografías realizadas en acción. Modelos sobre una tabla. Es decir, más patrocinadores, más dinero.

"El patrocinador te paga por hacer vídeos para que él pueda vender sus productos después. Yo solo hago snowboard", afirma Lauri. "Cuando era pequeño, mi padre no quería comprarme una tabla nueva y pensé que si competía podría conseguirla. Así me convertí en profesional cuando tenía 16 años. Sin planearlo".

Natalucci va un poco más allá: "Al principio compites para que te reconozcan, pero creces y terminas haciéndolo de otra manera, buscando la imagen. Otros riders, que compiten a nivel mundial, entrenan todos los días y tienen una rutina de alimentación y de gimnasio. Esta gente hace otro snowboard".

En su caso, este 'estilo de vida' "menos estricto" da para vivir, pero es necesario renunciar a muchas cosas dada la inestabilidad. "No es feliz el que más tiene, sino el que menos necesita. Se puede vivir si lo rebuscas constantemente, y es más fácil renunciar a comodidades si haces lo que de verdad te gusta".

Un deporte diferente

Piruetas, acrobacias. Trucos imposibles. Un estilo libre. "El snowboard no debería ser olímpico. A nosotros nos dan puntos para conseguir premios, pero es muy difícil determinar quién lo hace mejor y, por tanto, determinar quién debería ganar los premios", afirma Heiskari.

"Es la principal diferencia con el resto de deportes. Creo que mi generación utiliza el snow para expresarse a sí misma, pero si lo metes en la tele y lo haces solo como una competición, pierde el sentido de lo que es. Lo harías solo para la cámara", prosigue el finlandés.

La naturaleza y la montaña parecen ser los imanes indisolubles en esta ecuación. "Esto es como una gran familia –apunta Natalucci–. Aquí tienes a tus amigos y gente con la que trabajas y creas un vínculo. Aquí se transmiten vibraciones diferentes, nadie está rallado".

Años con dos primaveras

Afincado en España desde hace más de diez años y nacido en San Martín de los Andes, un pueblo de montaña de La Patagonia (Argentina) hace 30 años, Natalucci pasa sus temporadas sobre una tabla entre Sierra Nevada y su tierra, y actualmente apura los últimos días de nieve en suelo español. "Los cinco meses de nieve aquí y los cuatro en mi país. El tiempo restante me lo tomo para descansar, desconectar y poner la cabeza en orden. Vivo dos primaveras al año", describe.

Su mujer y su hijo pequeño le acompañan ahora. No esconde lo duro de mantener el equilibrio, "aquí o allá", como hacen todos, y tampoco escatima en detalles al describir lo que significa estar en la nieve: "Desconexión. No puedes estar pensando que tienes que pagar la factura del teléfono, el seguro del coche, la hipoteca... la adrenalina lo borra todo".

Ni Natalucci ni Heiskari esconden el lado malo. "La falta de nieve o cuando el mal tiempo no te permite hacer snowboard. Pasas demasiado tiempo en casa o en el hotel sin hacer lo que mejor sabes hacer. Es frustrante", describe el finlandés, a la par que descubre su pasión por el 'skate' y el surf. Todo en horizontal.

Las historias de estos dos profesionales también desmitifican tópicos sobre la 'locura' necesaria para hacer volar la tabla y el 'escaso' respeto a la muerte. Niegan rivalidades inexistentes y ficticias frente a los esquiadores, y reconocen que es un deporte caro para ser practicado. Eso sí, el 'look' no va más allá de ser una anécdota. La tabla llena; la tabla completa. "Haré esto hasta la muerte" (Fernando Natalucci); "Se es así para siempre" (Lauri Heiskari). Palabra de 'riders'.

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