Depresión infantil: "Subestimarla agranda la magnitud de cada caso no tratado y su continuidad en la etapa adulta"

Según datos de la OMS, aproximadamente un 3% de los niños y adolescentes sufren depresión. El papel de la familia es clave en el proceso de recuperación debiendo participar en sesiones con los niños, trabajando el refuerzo positivo, evitando el castigo y fomentando el diálogo.
Una niña llorando.
Una niña llorando.
Cortesía.
Una niña llorando.

Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), aproximadamente un 3% de los niños y adolescentes sufren depresión, lo que la convierte en una de las enfermedades más comunes en este grupo de edad. 

El peso de estas cifras es tan alarmante que los expertos advierten que se sigue subestimando la intensidad de este problema “lo que contribuye a agrandar la magnitud de cada caso no tratado y presentarse, incluso, una continuidad del mismo en la etapa adulta”, explican desde el centro de terapias infantiles Anda Conmigo.

La identificación temprana de la depresión infantil resulta fundamental a la hora de tratar este trastorno, por ello, los especialistas inciden en la importancia de detectar los principales signos de alerta y síntomas: “La depresión infantil suele estar causada por diversos factores o acontecimientos vitales que impactan, de manera negativa, en la vida de los menores, produciéndose por situaciones conflictivas entre los progenitores, la separación de los padres, la sobreprotección o los sucesos estresantes y/o traumas. Además, un trastorno depresivo en la infancia también puede ser el resultado de la combinación de factores genéticos, biológicos, ambientales y psicológicos, surgiendo a menudo de forma progresiva o repentina mediante la manifestación de diversos síntomas”, explica Irene López, directora terapéutica y psicóloga del centro.

Síntomas y causas

Si bien es cierto que en la población infantil la depresión es más frecuente entre las niñas que los niños, los síntomas dependen de la personalidad del menor y la etapa de desarrollo en la que éste se encuentre.

En la edad preescolar se suele presentar con irritabilidad y tristeza, llantos repentinos y recurrentes, expresiones faciales tristes, apatía y aumento del miedo ante la separación de las principales figuras de apego. 

Por su parte, en la edad escolar, además de lo anterior, se añade ansiedad, sentimientos de desesperanza, dificultades académicas y la presencia, incluso, de pensamientos de muerte.

En lo que respecta a la etapa de la adolescencia, cabe recalcar que existirá una disminución progresiva de sus gustos e intereses, falta de destrezas sociales, dificultades para conciliar el sueño, intentos de suicidio y abuso de alcohol u otras sustancias.

La especialista incide también en que esta enfermedad es de origen multifactorial, aunque la herencia genética, en muchas ocasiones, juega un papel determinante a este respecto, “ya que se estima que entre el 60 y el 80% de los niños que sufren depresión grave o moderada suelen tener antecedentes familiares de trastornos afectivos”.

Sin embargo, en los casos de depresión más leves pueden influir aspectos como un ambiente familiar inestable o conflictivo, problemas escolares de integración social o experiencias traumáticas tales como pérdidas de personas de referencia o el bullying

Cómo abordar la depresión infantil

López insiste en que la identificación temprana y un tratamiento eficaz por parte de un equipo profesional será un aspecto fundamental a la hora de abordar esta enfermedad que puede tener un gran impacto sobre el crecimiento y desarrollo personal de los niños y adolescentes, así como su rendimiento escolar y sus relaciones familiares e interpersonales.

“El tratamiento de la depresión infantil debe realizarse mediante una intervención junto a la familia y, si fuese preciso, mediante la coordinación con el centro escolar del menor. Se evalúan los casos de depresión infantil mediante el uso de entrevistas, con la ayuda de cuestionarios específicos. Una vez evaluado el caso, se establecen objetivos terapéuticos y, después, comenzaría la fase de intervención, en la que se explicaría tanto al niño como a la familia qué es la depresión y en qué consiste”, detalla la psicóloga.

La especialista indica que hay que apostar por enseñanza de las emociones básicas, así como su correcta regulación, gestión y expresión. También recomienda utilizar con el niño actividades placenteras y crear un espacio seguro y agradable en las sesiones, para que acuda a ellas con motivación: “Todo esto se hace mediante el uso del juego”.

El papel vital de la familia

La familia es un pilar fundamental a la hora de tratar esta enfermedad. “Es clave que los padres de los niños y adolescentes afectados participen en algunas sesiones y sigan las pautas acordadas, tales como el refuerzo positivo, decirles a sus hijos que lo están haciendo bien, evitando el castigo, cuando, por ejemplo, no tienen ganas de hacer cosas o actividades. Por otro lado, es importante enseñarles técnicas de relajación para que así aumenten los niveles de serotonina, fomentar el diálogo en casa, ya que es primordial que los niños con depresión verbalicen y exterioricen sus miedos e inquietudes. Además, es importante que salgan de casa, que les preparen actividades con las que disfruten y que promuevan la realización de ejercicio físico”.

Otra pauta importante sería enseñar a los padres la detección de posibles síntomas relacionados con la ideación suicida, así como crear un plan de seguridad ante posibles intentos autolíticos o suicidas.

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