ÓSCAR ESQUIVIAS. ESCRITOR
OPINIÓN

Querido México

Óscar Esquivias.
Óscar Esquivias.
JORGE PARÍS
Óscar Esquivias.

Hace seis meses, México sufrió dos terremotos: uno en la zona de Chiapas (el 7 de septiembre) y otro, casi dos semanas después, en Puebla (que afectó también, además de otros lugares, a la Ciudad de México, donde se produjeron muchas muertes).

Entre las abundantes muestras de solidaridad que hubo en España, me gustaría destacar una. Se trata de un librito titulado Querido México, publicado por la editorial Nórdica, en el que diez escritores y una docena de ilustradores declaran su amor por ese país. Todavía está en las librerías y el beneficio íntegro que se obtenga de su venta se va a donar a los Amigos del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca y a su Centro Fotográfico. Las noticias de las catástrofes desaparecen de las páginas de los periódicos a los pocos días, pero eso no significa que se hayan arreglado sus consecuencias, así que este dinero, aunque sea modesto, va a ser muy bien recibido (y empleado).

Los textos y las ilustraciones son obras de urgencia, creadas para la ocasión, pero nada descuidadas ni plañideras: casi todas irradian optimismo, celebran la potentísima y variopinta cultura mexicana y transmiten la vitalidad que uno siente en cuanto pone el pie en ese país (y sin necesidad de ponerlo: antes de que lo anglosajón lo colonizara todo, la influencia de México en España era enorme, tanto en el ámbito popular como en los medios intelectuales más exigentes; los nombres de María Félix, Pedro Infante, Cantinflas o Juan Gabriel todavía son pronunciados con mucha emoción por miembros de varias generaciones, aunque los más jóvenes quizá no sepan ya quiénes eran estos artistas que triunfaban en medio mundo y que podían ser admirados por los mismos que leían las ediciones del Fondo de Cultura Económica, los versos de Octavio Paz o las obras de Juan Rulfo -yo todavía recuerdo la conmoción que me supuso descubrir Pedro Páramo-; todo esto sin remontarnos a lo que significó México para los exiliados republicanos. Cernuda, Max Aub o Buñuel –y muchísimos más– encontraron allí su verdadera patria y podrían considerarse tan mexicanos como Jorge Negrete, Diego Rivera o Dolores del Río).

Los textos de Querido México son muy breves (creo que ninguno de ellos supera la extensión de esta columna). Hay algunos cuentos (firmados por Espido Freire, Care Santos y Marta Sanz) y el resto consiste en colaboraciones de carácter ensayístico o testimonial: Pilar Adón habla de las pintoras Leonora Carrington y Remedios Varo; Jesús Marchamalo sobre una sociedad secreta de admiradores del escritor Jorge Ibargüengoitia (secreta hasta ahora, claro) y Javier Rodríguez Marcos cuenta cómo desde la casa madrileña de Tomás Segovia se alcanzaba a ver México. Marcos Giralt Torrente, Sergio del Molino, Carlos Pardo y Rosa Montero cuentan anécdotas personales vinculadas de una manera u otra con el país americano.

Las obras plásticas incluidas en el libro no son siempre ilustraciones de los textos, sino que suelen tener sentido y valor independientes. Además de algún paisaje (Antonia Santolaya, Javier Zabala ) hay imágenes que beben de la rica iconografía mexicana, con su tendencia tan poderosa al surrealismo y a lo macabro (Julián Herrera, Meritxell Durán, Arnal Ballester y Pep Carrió, autor de la cubierta). Emilio Urberuaga, Mo Gutiérrez Serna, Isidro Ferrer, Elisa Arguilé, Elena Ferrándiz y Antonio Santos completan el elenco de excelentes artistas.

Por último, ya que Jesús Marchamalo nos ha delatado, debo confesar que yo también pertenezco a la secta de los ‘ibargüengoitianos’ (prueben a leer Dos crímenes, uno de los libros más simpáticos e inteligentes jamás escritos, y querrán unirse a nuestro grupo). Sin México y sus artistas (los grandes y los pequeños), yo sería otra persona y otro escritor, así que (aquí se empiezan a oír de fondo violines, guitarrones y trompetas) no puedo menos que unirme al homenaje y decir: ¡Viva México!

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