En el fútbol, la máxima del que perdona paga suele cumplirse. En las semifinales de la Copa del Rey fue a rajatabla, porque el Real Madrid dejó con vida al FC Barcelona en la ida y en la vuelta de la eliminatoria.

Un equipo que como visitante puede sentenciar y no lo hace lo normal es que se quede en la cuneta, y si además en casa fallas seis claras ocasiones de gol, por obligación acabas diciendo adiós a la final. A todo lo anterior habría que añadir que antes del sorteo el espejismo blanco del buen juego engañó a todos los que nunca quisieron ver la auténtica verdad del fútbol del Real Madrid.

El Madrid, con la marcha de Cristiano Ronaldo, se quedó huérfano de gol; sin la salsa del fútbol y sin vida. Al Madrid ganador de las Champions League le salvaban los goles portugueses que tapaban la pobreza futbolística, que aunque no quisieran verla los que mandan y los que les aplauden, era más que evidente.

Al Real Madrid sólo le quedará ahora la Champions League, como cada año, para salvar la temporada. En LaLiga, aunque el sábado 2 de marzo acorte diferencias con el Barça, las sensaciones no indican otra cosa nada más que derrotas domésticas, y la única solución está en los goles, así que si falla 10 en 180 minutos dejas de ser un equipo ganador, y al Real Madrid lleva años salvándole el minuto 90 de la Champions League de Lisboa.

El equipo merengue hace bien en rejuvenecer su plantilla con jóvenes valores, pero los éxitos llegan cuando la pelota entra, y empujarla a la red cuesta mucho dinero, porque son pocos los que saben hacerlo incluso estando horrible como Luis Suárez. Además de dar más alegrías, es más barato un 'killer' que el techo de un platillo volante, o de una olla de acero inoxidable en la Castellana de Madrid.