DAVID DE LA PEÑA
OPINIÓN

Leo Messi y el síndrome del niño rico

Messi, arrodillado durante el partido Francia-Argentina.
Messi, arrodillado durante el partido Francia-Argentina.
EFE
Messi, arrodillado durante el partido Francia-Argentina.

No he visto jamás un futbolista de la categoría de Leo Messi, hasta el punto de defender durante mucho tiempo que Diego Armando Maradona no era tan bueno como él. Tengo claro que si el Barcelona ha sido el gran dominador en la Liga española en la última década, ha sido gracias a que en un maratón a 38 jornadas contra Messi estás condenado a perder. El Camp Nou es su casa y la liga, su cortijo.

Su brutal comprensión del juego ha llevado a debates que siempre me han parecido intrascendentes. El "no corre" con la camiseta culé siempre tenía para mí una explicación táctica, una lectura única del juego para aprovechar la ventaja. Siempre ubicado en el espacio correcto, alejado del juego si hacía falta para permitir que la circulación respirase y él decidir después, en el momento adecuado. Un cerebro privilegiado.

Messi ha crecido en la cultura del juego de posición. Ha sido el niño rico al que le llevaban el desayuno a la cama, le dejaban el gorro de baño en el borde de la piscina y le exprimían el zumo de naranja para recuperar fuerzas después. Busquets, Xavi e Iniesta se encargaban de ello, y en un día como hoy la frase de Simeone, "está rodeado de extraordinarios futbolistas", cobra mucho más sentido.

Jamás dudaré: Messi es el mayor talento futbolístico que he visto en mi vida, pero ha crecido rodeado de cariño y quizás eso haya forjado un carácter insuficiente para sacar las cosas adelante el día que tuvo que vivir de alquiler. El día que no había desayuno en la cama, gorro de baño en el borde de la piscina y zumo de naranja para recuperar fuerzas.

Messi no le gritaría "hijos de puta" a los que pitan el himno argentino en una final de la Copa del Mundo. No es cuestión de correr. Ya sabemos que Messi sabe mejor que nosotros cuando y cómo debe acelerar. Dónde y en qué momento colocarse. Es cuestión de agarrar la pelota, aunque no sirva para nada. Es decirles a sus compañeros: "yo estoy aquí". Que sientan su presencia, como hizo Di María. Yo no tengo dudas de que el que mejor juega al fútbol es Messi, pero el fútbol tiene más cosas. Maradona, que siempre vivió de alquiler, sí sabía que eran importantes.

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