LUCÍA ETXEBARRIA. PERIODISTA Y ESCRITORA
OPINIÓN

Heterosexual, bisexual, metrosexual o lumbersexual

Lucía Etxebarría. Periodista y escritora
Lucía Etxebarría. Periodista y escritora
20 minutos
Lucía Etxebarría. Periodista y escritora

El término lumbersexual deriva del sajón lumberjack. Es decir, leñador. Originalmente la imagen de lumberjack era la de un señor con camisa de franela a cuadros, unas botas con suela de clavos, un gorrito de lana. Y una tupida barba. En su cabaña no había agua caliente ni electricidad. Ni desde luego maquinillas desechables. Afeitarse no era fácil.

Cuando llega la industrialización la tala se realiza en otras condiciones (con una máquina). El lumberjack original ya puede tener casa con agua caliente y electricidad. Y se afeita y vas más arregladito él. Y entonces es cuando una parte del colectivo gay reclama esa imagen como epítome de la masculinidad. El lumberjack es el macho, macho, macho.

El dibujante Tom de Finlandia, un abanderado de la iconografía gay, dibuja su primer lumberjack desnudo en 1968. Y a partir de ahí es un no parar. Los clubs gays de EE UU y parte de Europa se llenan de tiarrones con barba, camisa de cuadros y botas. Luego la cosa evoluciona y se les va añadiendo cuero o arneses al gusto del consumidor. Y ya tienen ustedes los clubs de osos. Y los chasers, que son los chicos a los que les gustan los osos y salen a cazarlos.

¿Y en qué momento un chico normal, heterosexual, que no ha visto un hacha en su vida, al que no se la ha pasado por las mientes cortar ni un abeto en Navidad, y que solo ve árboles una vez al mes como mucho, cuando decide ir con sus colegas a hacer una escapada de trekking, –durmiendo, eso sí, en una casa rural con todas las comodidades, con agua cliente, calefacción, colchón viscoelástico y a cien euros la noche– decide que lo más in y lo más moderno es hacerse lumbersexual y vestirse de leñador? Pues más o menos en el 2014, cuando medios creadores de tendencias como Gawker, BuzzFeed, Cosmo y Time acuñan el término ‘lumbersexual’ y cuando se crea Lumbermatch, un site de citas para lumbersexuales y para mujeres a los que les gustan.

Y es por ello que ahora media Malasaña y otra media Gracia va vestido de leñador canadiense con tatuajes y dilataciones en las orejas.

El lumbersexual no es el primer arquetipo de heterosexual fashionista que está copiado de una moda gay. Ha sustituido al metrosexual, que no era más que un heterosexual copiando a un gay.

Y como buena moda robada a los gays, es en realidad bastante femenina: esa barba tupida que se supone que es el epítome de la masculinidad les exige más cuidados que un caniche de pedigrí.

Hay que peinarla, lavarla y mantenerla hidratada con unos aceites especiales que salen por un ojo de la cara y parte de otro (y que huelen maravillosamente), y recortarla en un peluquero cada mes. Porque si no, no es barba de lumbersexual, sino de mendigo. De paso, unas buenas botas (no digo la marca, que no me pagan por esto) que no bajan de 150 euros.

En realidad se trata de un juego un poco raro de "vamos a jugar a ser muy machos pero vamos a hacer todo lo que les hemos envidiado siempre a las chicas: ir a la peluquería y de compras, y ponernos potingues".

Lo cierto es que, en un momento en el que el concepto de género está sufriendo un cambio dramático y subversivo, el lumbersexual es un revolucionario: su indumentaria es un manifiesto andante.

Lo triste es que el pobre chico no tiene ni idea.

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