Carlota Chiarroni Coordinadora web '20minutos'
OPINIÓN

Cómo los guionistas de 'Juego de tronos' me rompieron el corazón

No aprendo de los errores, lo admito. La memoria es capaz de borrar cualquier desengaño del pasado cuando asoma por la esquina una nueva ilusión. Una muy buena. Ya sea en el amor o en la ficción. Eso era Juego de tronos para mí, la novedad después de una dolorosa ruptura (ese final de Perdidos tan amargo). Ingenua de mí, creí de nuevo. Me ilusioné, disfruté y, como en toda relación, las expectativas hicieron aún más dura la caída. Porque si algo esperaba de esta octava temporada de Juego de tronos era de todo menos decepción.

Durante los cinco últimos episodios hemos asistido a una sucesión de errores y a un sinsentido nada propio de George R. R. Martin. ¿Dónde está esa partida lenta de ajedrez que hacía encajar todas las piezas y a la que nos tenía acostumbrados? A la mala del cuento le dijimos adiós en un abrir y cerrar de ojos por un fallo en los andamios, mientras al Perro le despedimos con épica y (muchos) minutos de más. ¿Cómo es posible que los secundarios cobren más importancia a tan poco del final?

Fotograma del quinto capítulo de la octava temporada. 
Fotograma del quinto capítulo de la octava temporada.

Dicen que "si la espera es larga, la recompensa lo es más". Pues nosotros hemos esperado casi dos años para presenciar una temporada precipitada, llena de giros metidos con calzador. Algunos pecan, incluso, de simples. Siete años de total amenaza con los Caminantes Blancos para que un rasguño acabe con ellos... ¿y ya? Emocionante, sin duda, pero se nota el pie sobre el acelerador. Algo similar pasó con los dragones. Qué difícil parecía que Drogon sobreviviera a tanta ballesta en el capítulo 4 y qué fácil se hizo en el quinto, cuando en lugar de a la gran guerra asistimos a la gran barbacoa. A la mesa de Desembarco del Rey solo Drogon, porque Jon Snow y compañía bien podrían haberse quedado en casa. La credibilidad quedó olvidada en algún lugar del camino.

Fotograma del quinto episodio de la octava temporada. 
Fotograma del quinto episodio de la octava temporada.

Por todo esto no es de extrañar que Arya haya sumado, por opinión popular, dos nuevos nombres a su lista de víctimas: David Benioff y D. B. Weiss, los guionistas y cabezas pensantes de esta sinrazón. Quizá no sean tan brillantes si George R. R. Martin no les ilumina el camino. Mirad lo que han hecho con Daenerys: de potencial y perfecta candidata al Trono a una reina desquiciada con hambre de poder. Este desenlace tendría sentido (la locura viene de familia) si se hubiese cocido a fuego lento y no en olla exprés. Y poco se habla de Jon Snow, pero ha pasado de ser el héroe de rizos al de rizos a secas. ¡Con lo que él ha sido!

Lo cierto es que me gustaba Juego de tronos cuando era Juego de tronos. Con la Boda Roja, la Batalla de los Bastardos, la puerta de la Luna o la venganza de Cersei, y no la trama acelerada y abrupta en que se ha convertido. La última oportunidad de reconciliación llegará el domingo. Benioff y Weiss tendrán 80 minutos para convencerme de su amor. Si no, ocurrirá como con los ex. A toro pasado solo quedará lo bueno, hasta entonces... la decepción.

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