La semana pasada, la Fundación COTEC hizo públicos unos datos sobre la ejecución del gasto en I+D en España. De los 4.300 millones previstos, solo se ejecutaron 1.300 millones, un 30% de lo presupuestado. Una cifra que nos aleja no solo de los países líderes europeos sino también de nuestros propios objetivos de cara al año 2020.

Las razones de esta baja ejecución son múltiples. En primer lugar, la partida con menor ejecución son los préstamos para I+D, que es una fórmula basada en préstamos en condiciones preferenciales para proyectos de innovación. Estos préstamos son poco adecuados para financiar la I+D básica, que supone un alto riesgo por cuanto solo una parte de esta investigación será finalmente rentable en el mercado. Las empresas y centros de investigación se lo piensan muy mucho antes de proceder a endeudarse por proyectos cuyos resultados, en muchas ocasiones, no son aplicables directamente al mercado. España abusa de esta figura –el préstamo- sencillamente porque su dotación no afecta al déficit público, al no considerarse gasto público.

Con todo, en otros ejercicios, el uso de los préstamos para I+D había logrado mayores cuotas de ejecución. Así que faltan herramientas de promoción y gestión adecuada para que las empresas españolas puedan acceder a esta financiación en condiciones aceptables.

El resultado de este proceso es que, después de tantos años hablando del cambio de modelo económico, y de la necesidad de tener una economía más competitiva y de más valor añadido, no solo no avanzamos sino que retrocedemos. O entendemos que esto es una prioridad nacional o no saldremos nunca de nuestra economía poco productiva y de bajo valor. Así vamos mal.