HELENA RESANO. PERIODISTA
OPINIÓN

El placer de sentarse en un banco a charlar

HELENA RESANO
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¿Cómo se puede reconstruir lo que está roto? ¿Cómo puedes recuperar a quien ya no quiere estar contigo? ¿Cómo volver a entendernos si ni siquiera estamos dispuestos a escuchar? Supongo que usted, como yo, lleva días haciéndose esta pregunta. Mirando con desolación cómo cada día vamos a peor y cada día parece más difícil recuperar a ese amigo que ha decidido irse.

Me encanta viajar, es mi pasión: conocer sitios diferentes. Descubrir otras culturas, escuchar a la gente que vive allí contar su historia, su realidad. Me gustan esos países que nada tienen que ver con el nuestro y con los que, aun siendo tan diferentes, aun no compartiendo preocupaciones o anhelos, hay un punto de unión: el respeto y la curiosidad por saber del otro.

Es curioso porque cuando sales fuera, da igual a donde vayas, Europa, Asia, América, África, en cuanto dices que eres de España, lo primero que te preguntan es ¿de qué equipo eres: del Barça o del Real Madrid? Te preguntan sobre fútbol como si fuera nuestra única ocupación, como si nuestras vidas giraran en torno a esos dos equipos. Y a mí, que ya lo he dicho en alguna ocasión aquí, no me gusta el fútbol y no sigo los partidos, me cuesta un mundo hablar de algo que no conozco, pero ahí estoy: comentando con el tipo en cuestión cómo juega Messi, Ronaldo o cómo es de diferente el Cholo Simeone. Enseguida aclaro que yo de fútbol poco, pero en fin, el tema da para alargar la conversación unos minutos y así poder quedarme un ratito más sentada en ese banco hablando con ese completo desconocido.

A veces el idioma es una barrera, sin duda. Pero el querer saber, el querer conocer, el querer escucharlos y aprender consigue vencerlas. Digo yo que si a miles de kilómetros de distancia esto es posible, en casa debería ser más fácil. Sin gritos, sin banderas, sin ruido alrededor. Solo hablar, escuchar, entender. Entender qué ha pasado para que lleguemos hasta aquí y lograr juntos encontrar la salida y el camino para volver a conversar de nuevo.

Desde hace una semana hay tanto que se ha roto que parece difícil encontrar el pegamento que lo consiga unir. Pero lo hay. Las calles se llenan cada día de mucho ruido, de mucho lema, de muchas banderas, pero si bajamos el tono, si nos paramos a escuchar, quizás encontremos el camino para reencontrarnos.

Mi juventud transcurrió en un ambiente muy parecido, con cargas policiales cada fin de semana, con huelgas en el instituto por los presos de ETA. Parecía que ese iba a ser nuestro hábitat para siempre y no fue así. Si aquello se pudo reconducir, esto seguro que también. Nos lo debemos, a todos: a quienes lucharon por dejar atrás la división y por quienes lograron superar una de las etapas más tristes de nuestra historia. Nos hemos roto, no solo en Cataluña, también fuera de Cataluña. Así que paremos esto y busquemos un banco en el que sentarnos a hablar y a escuchar.

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