No voy a hablar de La Voz porque, aunque recientemente escogió a su nuevo ganador, su repercusión está siendo musicalmente inexistente. Artistas como Bisbal, One Direction, Adam Lambert, Camila Cabello o la altamente recomendada Lola Indigo, se han dado a conocer gracias a programas de talentos en los que interpretando canciones en un karaoke de audiencias estratosféricas lograron llegar al gran público y encontrar el suyo.
El recurso de crear estrellas de la música desde la tele no se ha agotado, pero tampoco podemos conocer cada año a más de 20 cantantes nuevos y pretender que todos tengan éxitos sonando en las radios o llenando recintos con el cartel de 'no hay entradas'. Lo de la música en la tele no es nuevo, y no solo se ve en los concursos de talentos. Series como Glee o S Club 7 consiguieron disparar las ventas de discos y posicionar los suyos en los puestos más altos de las listas de medio mundo.
Beatriz Luengo –que se dio a conocer gracias a Un paso adelante– o Kylie Minogue –que comenzó en la australiana Neighbours– no hubiesen llegado tan alto sin su paso por la pequeña pantalla. ¿Y qué decir de Disney? Britney, Christina Aguilera y Justin Timberlake comenzaron en la tele como presentadores del Club Disney americano. Los Jonas Brothers, Miley Cyrus, Selena Gomez y Demi Lovato eran las caras de Disney Channel. Ahora, todos son superestrellas.
Me resultaría impensable bailar una canción del verano sin antes haberla escuchado en Gran Hermano, pero me surge una duda: ¿venderá más discos Isabel Pantoja después de saltar del helicóptero de Supervivientes? La televisión y la música aún tienen mucho poder formando equipo, pero habría que reinventar su alianza. ¿Y si resurgimos los programas musicales?
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