Me levanto y voy al baño. Ayer no fue un buen día. Tengo un problema que no soy capaz de sacarme de la cabeza, que me roba el sueño por las noches y me hace discutir con mi pareja un día sí y otro también. Estamos muy preocupados. Lloro. Lloro cada día porque no vemos salida.

Es lunes y tengo que ir a trabajar. Me doy una ducha rápida y no paro de pensar y lloro otra vez. ¿Por qué nos ha pasado esto? Oigo un portazo. Se ha ido sin despedirse. Está enfadado por la última conversación que tuvimos anoche. Nos gritamos. Esto nos está haciendo mucho daño.

Cierro los ojos y dejo que el agua recorra mi cuerpo. Pienso en el problema... Salgo de la ducha, me pongo el albornoz y voy a la cocina. Pongo la cafetera y una rebanada de pan en la tostadora. Saco la leche y una taza... Buf, qué va, no puedo desayunar, tengo el estómago encogido. Lo guardo todo.

Vuelvo al baño y me coloco frente al espejo. Vaya cara, en fin... Crema hidratante a ver si corrijo estas arrugas que me salen ya de todos los sitios. Tengo que teñirme, me estoy llenando de canas. Un poco de maquillaje para corregir esta tez tan pálida. Pienso en el problema. Corrector a toquecitos con los dedos para tapar estas ojeras. A ver si algún día inventan algo que disimule las bolsas también porque vaya dos globos que se me han formado debajo de los ojos... Máscara de pestañas, dos capas por lo menos, que me abra bien esta mirada que arrastro... Madre mía, qué traza. El problema...

Me pongo el uniforme, falda, camisa y chaqueta con chapa, y pienso en otro día de trabajo. El problema de nuevo en mi cabeza... A ver si hoy no encuentro atasco por lo menos. El problema. Llueve. ¿Podré aparcar cerca? El problema.

Me meto en el coche y pongo Cadena 100, que Javi y Mar siempre me alegran el día. A ver si consigo desconectar un poco. El problema. Me quedo atrapada en un atasco para variar... El problema otra vez. Casi una hora después llego al trabajo. Doy vueltas alrededor del centro comercial y no encuentro ni una plaza libre. ¿Por qué no podremos aparcar dentro como los clientes? Ocuparíamos todo el aparcamiento, si lo comprendo, pero los días de tanta lluvia lo entiendo un poquito menos, y en esta bendita tierra son la mitad de los días... El problema en mi cabeza de nuevo.

Por fin una plaza. Aparco. Salgo, cojo el paraguas y camino rápido. Me voy empapando. Se supone que los paraguas son para protegerte de la lluvia... Piso dos o tres charcos y el problema regresa. Vaya día que me espera.

Dejo mis cosas en la taquilla pero antes miro el móvil. Ni un whatsapp. Hoy no sabré nada de él en todo el día.

Entro al trabajo, el problema se queda fuera.

«¡Señorita! ¿Puede atenderme? ¡Llevo una hora aquí esperando!», me gritan. «Claro, ¿cómo está señora, en qué puedo ayudarle?», digo con la mejor de mis sonrisas...