CARMEN REMÍREZ DE GANUZA. PERIODISTA
OPINIÓN

Un rey para la historia

Carmen Remírez de Ganuza, periodista.
Carmen Remírez de Ganuza, periodista.
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Carmen Remírez de Ganuza, periodista.

Juan Carlos de Borbón morirá siendo rey, pero es ya un rey para la historia. Se suponía que eso es lo que había ocurrido con su abdicación, pero en realidad sólo ha sido posible ahora, al cabo de cinco complicados años de reinado de Felipe VI... y a trompicones. Se diga lo que se quiera, la imagen del que fuera el principal artífice de la democracia era un verdadero lastre para La Corona en aquel momento de crisis económica y política -2 de junio de 2014- en que el desgaste y la corrupción habían salpicado hasta la más alta de las instituciones.

Con su retirada, no sólo vino a salvar su dinastía sino a regenerar el sistema constitucional del 78. Pero las monarquías contemporáneas no se suceden con rupturas abruptas, sino con relevos constitucionales y civilizados. La Casa del Rey siguió contando con Don Juan Carlos en el núcleo de la institución, pero lo ocultó sin disimulo durante tres años, justamente los que tardó el caso Noós en enjuiciarse. De hecho, no ha sido ahora sino en abril de 2017, una vez absuelta la infanta Cristina, cuando el 'émérito' -palabra despreciada por el padre del monarca- volvió a irrumpir de golpe en la agenda oficial, plagada de actos conjuntos con su hijo y de pequeños homenajes. El propósito era ir rehabilitando al antiguo monarca en los meses previos a su ochenta cumpleaños, de enero de 2018.

Pero en el camino pasaron cosas; la principal, el monumental cabreo de Don Juan Carlos por su ausencia en el acto de conmemoración de las primeras elecciones democráticas, celebrado en el Congreso el 28 de junio de ese mismo año 17. Nadie supo dónde colocar el 'jarrón chino', y éste se rompió con estrépito en las manos de los medios de comunicación. El antiguo monarca siguió apareciendo y desapareciendo, pero ni la forzada foto familiar de su cumpleaños -infanta incluida-, ni la bronca entre las reinas a la salida de la Misa de Palma -abril de 2018- ni, mucho menos, la vuelta del escándalo Corinna en medio del caso Villarejo -julio de ese mismo año- ayudaron a normalizar la situación.

Lo cierto es que, pese a todas estas dificultades, y como el propio Don Juan Carlos venía a señalar en su carta del lunes, el error de julio de 2017 se enmendó entre todos -Casa del Rey y Cortes- año y medio después. Aquel 6 de diciembre de 2018, después de ser cumplimentado en el centro del hemiciclo del Congreso durante la celebración del 40 aniversario de la Constitución, y aplaudido por el grueso de la clase política en presencia de la familia real, el antiguo monarca recibió un elocuente whastshap de su hijo, el monarca: "¡Ha sido emocionante!".

No era el homenaje popular que habría merecido el 'rey de la democracia', pero con él se cerraba felizmente un proceso largo, complejo, de despedida, cuyo final habrían de pactar padre e hijo meses después. La muerte de Alfredo Pérez Rubalcaba -no por casualidad, su último acto oficial- precedió al adiós de Don Juan Carlos a la vida pública, como la de Adolfo Suárez -marzo de 2014- a su abdicación; ambos, sucesos de peso en la mente de un hombre épico y sentimental. El inicio de una nueva era política -con un nuevo Sánchez 'versus' González, aparentemente fiel a la Corona-, marcaba también para el rey Felipe -hombre cerebral y responsable- la oportunidad de un pase de página definitivo con la vista puesta sólo en el futuro: un futuro a medio plazo con nombre de mujer: Leonor.

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