Sí, lo confieso: el Síndic de Greuges, Rafael Ribó, nunca me ha caído bien. La razón de mi antipatía quizás se deba a su dilatada presencia temporal en los altares de la administración. Mis reticencias hacia el personaje puede que se deban a su continua connivencia con el establishment catalán.
Pero, nobleza obliga, cuando alguien acierta es de justicia –sin que siente precedente– aplaudir con entusiasmo. Parece ser que en la recta final de su dilatado mandato, el señor Rafael Ribó piensa actuar en defensa de los miles de ciudadanos que se sienten perjudicados por el cierre de oficinas bancarias, la falta de atención personalizada a los usuarios y la escasez de cajeros.
El Síndic ha movido ficha y ha publicitado sus intenciones, aunque esta por ver la efectividad de estas. La banca nunca se ha caracterizado por un altruismo sin beneficios.
El teniente de alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, también piensa intervenir en esa línea. Magnífico. Los problemas de accesibilidad a las prestaciones bancarias han generado malestar ciudadano. Las redes sociales bullen, proliferan los tuits y las recogidas de firmas. El Síndic ha movido ficha y ha publicitado sus intenciones, aunque esta por ver la efectividad de estas. La banca nunca se ha caracterizado por un altruismo sin beneficios.
Ribó ha sido un Síndic tan denostado que, antes de partir, quizás pretenda blanquear su controvertida gestión con cuatro gestos. No importa, bienvenida sea su preocupación por los problemas del hombre de la calle. Como Petrarca, pensará que «un bel morir, tutta la vita onora».
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