Los emoticonos lo invaden todo, se cuelan por todas partes. A veces son el prólogo, o el epílogo, que refuerza visualmente una frase o un mensaje escrito. Consulto el móvil y me llega una noticia acompañada de sonrisas y aplausos: Le ha sido otorgada, a Joan Manuel Serrat, la Gran Cruz de Orden Civil de Alfonso X el Sabio como reconocimiento a su trayectoria artística y contribución a la cultura.
Cierro los ojos y creo oír la voz de Serrat tarareando: ‘Hoy puede ser un gran día’. Y lo es. Llega otro emoticono, otra sonrisa y aplausos a mi pantalla: El pleno del ayuntamiento de Madrid -rectificar es de sabios- ha aprobado nombrar a Almudena Grandes hija predilecta de la ciudad a título póstumo con la abstención de VOX.
Sabina cantaba: 'Tres cosas hay en Aragón que no cambian de chaqueta, Buñuel, Goya y la voz de Labordeta'. Rectifiquen, porfa
Cierro de nuevo los ojos y recuerdo los anhelos y temores del doctor García por las calles de Argüelles, y las bodas de Manolita. Pero los emoticonos tristes también existen y suelen acompañar mensajes escritos desde la decepción o el enojo: El ayuntamiento de Zaragoza ha retirado, por exigencia de VOX, la subvención que anualmente concedía a la Fundación José Antonio Labordeta.
La cosa huele a revancha. La memoria del autor de Canto a la Libertad, del diputado cascarrabias de la Chunta Aragonesista, del escritor viajero, no se merece el ninguneo institucional. Dejó un legado artístico y político marcado por la dignidad. Sabina cantaba: 'Tres cosas hay en Aragón que no cambian de chaqueta, Buñuel, Goya y la voz de Labordeta'. Rectifiquen, porfa.
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