Borja Terán Periodista
OPINIÓN

Roberto Leal: así ha conseguido ser el presentador perfecto para 'Pasapalabra'

Roberto Leal, en 'Pasapalabra'.
Roberto Leal, en 'Pasapalabra'.
20minutos | ATRESMEDIA
Roberto Leal, en 'Pasapalabra'.

La trepidante prueba final del 'rosco' no es el único secreto del éxito de Pasapalabra. La habilidad del concurso de Antena 3 está en su capacidad de construir un vínculo especial entre los concursantes, los famosos que apadrinan, el presentador y el propio público. Para lograrlo, es crucial que los jugadores se mantengan durante semanas (o meses) en el programa. Así la audiencia termina conociendo sus vicisitudes y empatizando con ellos. El espectador conoce sus puntos fuertes, sus manías, sus aspiraciones. Casi se convierten en parte de la familia. 

Al final, Pasapalabra es una especie de quedada entre amigos. De ahí que desde los orígenes del espacio se optara por huir del típico atril que separa al presentador de los concursantes. Directamente, el programa coloca a todos los participantes en una mesa circular al estilo de una celebración en el salón o comedor de casa en el instante en el que se saca el juego de mesa. No es un detalle casual, está bien pensado. Pasapalabra apenas divide estatus entre los protagonistas del espectáculo y fomenta que el maestro de ceremonias no esté por encima de nadie. Está en la mesa con el resto. 

Lejos quedan ya aquellos comunicadores que tenían que remarcar que lo sabían todo. Como consecuencia, puntuaban las respuestas con comentarios resabiados y se situaban en un atril que les elevaba del resto. De hecho, probablemente, a estas alturas, este tipo de presentadores ni siquiera han quedado recordados en la memoria colectiva.

"Roberto Leal pertenece a una generación que entiende que la sensibilidad no es síntoma de debilidad"

Roberto Leal es justo lo contrario y lo demuestra cada día en Pasapalabra. Un chico familiar, que farda de ciudad de origen, de Alcalá de Guadaíra exactamente, y que le gusta el deporte. Es uno más y si te lo cruzas por la calle es sencillo sentir que le conoces de tu barrio más que de un programa de televisión. Su naturalidad puede con los protocolos televisivos. Hasta no oculta la emoción cuando los concursantes se llevan el millonario rosco. Ya pertenece a una generación que entiende que la sensibilidad no es síntoma de debilidad. 

Roberto Leal pasa de guardar la compostura, porque no va de nada. Se nota que no ha llegado a este puesto por la carambola de una fama puntual, pues ha empezado desde lo más humilde del periodismo. Está curtido en la calle como reportero y ese bagaje le permite una rapidez de reflejos para preguntar con espontaneidad y entender el interés del espectador en cada momento. Es más, relativiza su ego y no necesita recalcar si es muy listo o si no es perfecto a la hora de leer el guion: su personalidad está más preocupada de que el grupo de personajes sentados en su mesa esté relajado para que fluya el show y que la curiosidad del espectador se mantenga prendida. Y juegue. En este sentido, es vital para Pasapalabra que las pruebas atesoren un punto de sencillez para que la audiencia participe al otro lado del televisor.

Y es que el buen concurso de televisión es el que no mira al público por encima del hombro y lo convierte en partícipe. La implicación de Roberto Leal allana ese camino hacia el 'rosco'. Porque el 'rosco' sería menos emocionante sin el recorrido de pruebas, comentarios, bailes y chascarrillos que permiten que entendamos la motivación de los participantes hasta cogerlos un achuchable cariño.

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