OPINIÓN

El bulo parental

Alumnos andaluces en el aula de un colegio de Primaria.
Alumnos andaluces en el aula de un colegio de Primaria.
JUNTA - Archivo
Alumnos andaluces en el aula de un colegio de Primaria.

Nos encanta el tremendismo. Como si el lema común de nuestras discusiones políticas fuera "Disparate o muerte". Esta semana lo hemos comprobado con el pin parental, al que también podríamos calificar como el bulo parental si nos fijamos en los vídeos manipulados que han circulado sin parar en esos grupos de WhatsApp de padres que parecen armas de distribución masiva de fakes news.

Para la derecha hiperventilada abanderada por los cruzados de Vox, este pin es más o menos la contraseña sagrada que salvará nuestras esencias patrias y familiares frente al ataque presuntamente salvaje de quienes quieren cargarse la libertad de los padres españoles a educar a sus hijos como les venga en gana. Y, por supuesto, se merece una cruzada en la que resucitaremos al Cid y al Capitán Trueno si fuera menester.

Y para una parte de la izquierda, igual de megaindignada, es, por el contrario, el mayor ataque a la democracia desde los bombardeos de Guernica y un ejemplo como otro cualquiera de que el fascismo rampante quiere cargarse la educación pública antes de que llegue la primavera.

Yo soy padre y estoy en contra del pin parental porque confío en el sentido común, la solvencia y la experiencia de los profesores y de las direcciones educativas y porque, como le pasa a millones de padres y madres de este país, jamás he tenido un problema en el colegio.

Sé, como todos, que las quejas reales por este asunto son casi inexistentes. Y si algo me molesta más allá de las cataratas de exabruptos que tenemos que soportar es el que apenas se deje hablar a los expertos, a los pedagogos, a los profesores y a quienes llevan años organizando actividades escolares complementarias sin que casi nadie se haya sentido herido en sus valores.

Es muy triste esta obsesión repentina que tenemos con romper consensos que ya teníamos establecidos. Y más triste aún es que esta cultura de la bronca, el odio y el bulo absurdo alcance a la educación de nuestros niños. ¿Pero es que ni a ellos los vamos a dejar en paz?

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