Las buenas causas no tienen fronteras. En las paredes del metro de París aparecieron hace unos días miles de carteles de la asociación animalista ‘C’est Assez’. Sobre la imagen de una orca y un delfín podía leerse la frase “Confinados para siempre”. 

Una campaña de agitación que exigía la prohibición de la tenencia de estos animales en cautividad y el cierre de los delfinarios. Y, si nada lo impide, el próximo día 15 de noviembre, la Asamblea Nacional francesa aprobará una ley al respecto. 

Francia se sumará así a países como Costa Rica, Alemania, Finlandia, Noruega, Chipre, India, o Croacia, en los que ya están prohibidos los espectáculos con cetáceos. ¿Y en España qué? Se preguntarán los defensores del bienestar animal. En nuestro país aún siguen en funcionamiento una decena de delfinarios. 

A partir de una iniciativa de la joven barcelonesa Olivia Mandle -recogida de miles de firmas mediante la plataforma Change.org- un grupo de senadores ha presentado en la cámara alta una moción en el mismo sentido protector. 

"La orca Ulises marchó del Zoo barcelonés en 1994 rumbo a San Diego, luego lo hicieron los delfines"

En su día el Ayuntamiento de Barcelona predicó con el ejemplo al declarar la capital catalana “ciudad libre de cetáceos en cautiverio”. La orca Ulises marchó del Zoo barcelonés en 1994 rumbo a San Diego, luego lo hicieron los delfines.

Conseguir que se haga realidad la estrofa de la canción de Sergio Dalma, Bailar Pegados, en la que los delfines bailan libremente por el mar no tiene por qué ser una utopía. La futura Ley de Bienestar Animal puede contribuir a ello.