Laura Borrás, presidenta del Parlament, es decir, segunda autoridad de Catalunya, nos obsequió, cuando tomó posición, con su retórica de confrontación desmedida que, para no alargarme, se resume en el “(los españoles) no pasarán”. 

Fue tanta su furia y pasión que ninguneó conscientemente a su predecesor Roger Torrent. Para la flamante presidenta, conforme con lo que manifiestan y defienden sus acólitos, Torrent es un traidor. ¿Por qué? Porque está en contra de las acciones inútiles que conllevan inhabilitaciones.

El universo convergente es todo un manual de retórica encendida para seguir manipulando a sus seguidores. Mentir sistemáticamente les permite continuar viviendo de la política: “Votádme que volveré”.

Jaume Cuevillas, segundo de la mesa del Parlament, letrado del equipo de Puigdemont y aguerrido jurista de revoluciones imaginarias, tuvo el otro día una hemorragia de realidad y le dio por decir en una entrevista lo que viene defendiendo ERC, que las resoluciones simbólicas que conllevan inhabilitaciones son una idiotez: “la inmolación se tiene que hacer si tiene eficacia”. 

¡Madre de Dios Hermoso!, lo que dijo el ínclito Cuevillas. La tierra se le abrió a sus pies y, en Waterloo, se activaron las compuertas de la ira. Cuevillas lo debió notar. Hizo un comunicado “precisando”, pero los vicarios han sido inflexibles: Junts no da cobijo a cobardes, deben haber dicho, y se le echó del órgano de gobierno del Parlament. Si a Cuevillas le da otra hemorragia de realidad, seguro que también abandona el escaño.