Mario Garcés Jurista y escritor
OPINIÓN

Navidad desde el faro del fin del mundo

Una ola rompe en el faro de la isla de Mouro, en Cantabria.
Una ola rompe en el faro de la isla de Mouro, en Cantabria.
EFE/ PEDRO PUENTE
Una ola rompe en el faro de la isla de Mouro, en Cantabria.

Hay un faro en la isla del fin del mundo, más allá de Cabo de Gata y de Finisterre, donde el tiempo no yugula la razón; donde la emoción no colapsa la cordura; donde la dignidad del hombre no cede ante la intolerancia de las utopías populistas; donde la arrogancia de los césares y de los narcisistas está prohibida; donde el pacto social y la fe en el progreso humano siguen presentes; donde el esfuerzo y la capacidad no se penalizan por la necedad de los mediocres; donde la lucha contra el miedo es la lucha por la libertad; donde la moderación y los equilibrios triunfan frente a la rebelión de los intolerantes; donde existe la propiedad frente a aquellos que todavía viven en la comuna de los otros; donde se reconoce la diversidad y donde la igualdad es de oportunidades y nunca de resultados; donde la privacidad sigue siendo un valor frente a los apóstoles de la deshumanización tecnológica y de la mutación digital.

Hay un faro en la isla del fin del mundo, más allá de la isla de Julio Verne, donde las sociedades negocian acuerdos imperecederos por encima de los sentimientos mórbidos de los líderes de ocasión; donde los delirios de los segregacionistas sucumben ante el pensamiento reflexivo y la inteligencia; donde el estruendo de los voceros se silencia con el análisis autocrítico; donde el relativismo no existe porque perduran valores íntegros y absolutos; donde el paradigma del gobierno limitado ha vencido a la pretensión totalitaria de los nuevos adanes de la política; donde la banalidad intelectual del nuevo redentorismo ha sido derrotada por el pluralismo de las ideas y de la razón; donde la libertad no se negocia, sino que se defiende a ultranza; donde el reconocimiento del otro no es más que un avance en la consolidación de una realidad cooperativa básica para vivir en comunidad; donde el arbitrismo ha sido sofocado por el antideterminismo.

Hay un faro en la isla del fin del mundo, más allá del faro de la isla de Mouro, donde los mesianistas no han impuesto su terror; donde las emergencias electorales no debilitan la centralidad del pensamiento reformista, por mucho que el faro presente fallos en su estructura después de tantos años sometido a los embates del océano; donde la prudencia y la discreción de lo bien hecho se enfrentan a la épica del alarido y la mofa en cualquier debate de televisión; donde el mundo se organiza en torno al diálogo real y no en torno al combate insubstancial; donde la verdadera revolución es proseguir con nuestros consensos tradicionales; donde el mar sigue siendo mar; donde el hombre no es abatido por el robot y donde la verdad no se esconde

Desde el faro del fin del mundo, feliz Navidad.

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