
La Cumbre del Clima más larga de todas las celebradas constata que España es un gran país organizador. Y las bondades de que administraciones de distinto color –Gobierno, Ayuntamiento y Comunidad de Madrid– se coordinen como lo han hecho.
Pero también queda, tras los fuegos de artificio de las celebridades, el humo de la falta de acuerdo en asuntos básicos. A los científicos, a los gobiernos, a las empresas les queda un arduo trabajo, diario y callado, por hacer.
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