Mario Garcés Jurista y escritor
OPINIÓN

Vamos a contar mentiras

'La Metamorfosis de Kafka', dibujada por el ilustrador valenciano Paco Roca.
'La Metamorfosis de Kafka', dibujada por el ilustrador valenciano Paco Roca.
ASTIBERRI
'La Metamorfosis de Kafka', dibujada por el ilustrador valenciano Paco Roca.

"Ahora que vamos despacio, vamos a contar mentiras". Así se las gastaba de inicio esta vieja canción popular de infancia de carne de membrillo, en la que las liebres corrían por el mar y por el monte, las sardinas. 

En aquellos años de pantanos y ermitas, mentir era necesidad sobre todo para los niños, que eran los primeros que agudizaban el ingenio de la embustería y del bulo. La mentira, a decir verdad, es refugio que intencionalmente construimos para poder vivir, y gestionar la mentira es el primer síntoma de tránsito a la madurez. 

He conocido personas que no reconocían ya ni sus propias mentiras. He conocido habladurías y paparruchas colectivas, de origen incierto, que se constituyen en narraciones de lo absurdo y que forman parte de nuestra sorprendente realidad.

Hay mentiras conscientes, como hay también mentiras sin intencionalidad. Hay mentiras tan piadosas como necesarias, pero también hay mentiras que consumen a fuego lento y de las que no puedes escapar. 

Hay hombres que se mienten a sí mismos, porque residir en el país independiente de la verdad les conduciría a la catatonia o a la muerte. Nada hay probablemente tan improbable como vivir instalados en la pura verdad, por lo que el hombre, en su evolución, es un ser cosido entre silencios y mentiras a media voz. 

Hay hombres que se mienten a sí mismos, porque residir en el país independiente de la verdad les conduciría a la catatonia

Fue Kafka el que llevó en una parábola a su doble narrativo, K, a declarar que "la mentira se eleva a fundamento del orden mundial". Será que Arquímedes lo había adelantado ya cuando pidió un punto de apoyo y movería el mundo. Y así se mueve a diario, ente líos, enredos y artificios.

Ahora que son días de pactos políticos, hágase como la pareja que Quim Monzó describió en su breve relato Con el corazón en la mano. Y es que la pareja embargada por un amor puro y verdadero juramentó su convivencia en la más prístina transparencia y en la negación del engaño: "Una sola mentira sería la muerte de nuestro amor". Lamentablemente, el amor se pudre lentamente en la soledad sonora de los secretos y de las mentiras. Mienten con todos sus dientes. Es la era del fin de la ingenuidad.

Porque sugiero que, al igual que el amor cándido y franco de esa pareja que se diluye cuando se topa con la mentira, los contrayentes del pacto político se disuelvan cuando incurran en la misma falta. La falta de verdad. La vida, como la política, se confronta con la mentira. 

Pero, como concluye la misma canción, exhumada del tiempo y del olvido, ahora que vamos deprisa,/no contamos más mentiras, tralará/no contamos más mentiras, tralará/no contamos más mentiras. Ahora el tiempo acecha, y todo lo que antes no era posible, hoy lo es. Ahora van deprisa, ahora es tiempo de no contar mentiras.

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