Mario Garcés Jurista y escritor
OPINIÓN

Delibes ‘reloaded’

Unas vacas pastando en Ávila.
Unas vacas pastando en Ávila.
Rafael Bastante / Europa Press
Unas vacas pastando en Ávila.

Son días de vuelta a Cureña, la aldea del señor Cayo, en busca del voto en las elecciones autonómicas de Castilla y León. El voto de la España rural, esa que dicen que se vacía cuando hace años que ya se vació. Y vuelven los de siempre, los Kennedy de ciudad, los asilados en las grandes urbes, los profetas en probeta de Instagram que lucen fotografías con vacas en cualquier pasto entre una autovía y la nada urbana donde habitan. Nadie como Delibes y su señor Cayo, un octogenario perdido deliberadamente en una aldea olvidada en el norte de la Castilla tradicional. Porque en la novela El disputado voto del señor Cayo, la perturbadora vanidad del imbécil urbano que busca el voto del anciano rural presenta plena actualidad. Confieso que he sentido vergüenza ajena de algunas fotografías de las últimas semanas de machos alfa cebando camisas a punto de reventar o de politicastros de medio pelo posando junto a unas vacas, evitando ensuciarse los pantalones. Brokeback mountain en versión Soria existe y similares.

Muchachos de ciudad a la caza del voto del buen aldeano. Cuando dos de los jóvenes de la novela le preguntan a Cayo qué haría si el mundo se hundiera, este contesta: "¿Qué quiere que le haga yo si el mundo se hunde?"; o cuando le insinúan que llegados los derechos sociales debe dejar de trabajar a su edad: "¿Es que también va usted a quitarme de trabajar?". Porque Cayo, a su manera y riesgo, lo ha visto todo y no necesita que nadie le aconseje. A lo sumo, alguien, banco o banca, que le permita comprobar que su pensión se ingresa religiosamente en la cartilla, concepto este que ya no sabría ni siquiera descifrar Monedero, a pesar de su mismo apellido. La diferencia entre el tiempo en que fue escrita la novela y ahora es que uno de los dos mochuelos buscavidas de la política se harían un selfi con Cayo, y airearían alguna frase ocurrente con la que subtitular la fotografía en redes sociales. Ese sería todo el ejercicio político del día que estos dos truhanes harían con su inteligencia desaprovechada y con la gramática parda de nuestros antepasados.

Los jóvenes de la ciudad, que ahora desfilan con propaganda electoral por los campos de la Castilla de Machado, pueden llegar a ser muy superficiales y despreciativos, como en la novela de Delibes. Muy propio de los tiempos modernos y de la banalidad imperante. Uno de los patanes de la novela adoctrina así a sus amigos de ciudad: "Al elector solo hay que decirle tres cosas, así de fácil: primera, que vote. Segunda, que no tenga miedo. Y tercera, que lo haga en conciencia". Pues bien, para los imbéciles de la politica 2.0, Cayo tiene conciencia, no tiene miedo, y ahora solo falta que vote. Delibes reloaded.

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