Borja Terán Periodista
OPINIÓN

La 'increíble' historia del hombre que se inventó un coma y la lección que deja para las facultades de periodismo

Uno de los programas que trataron en directo la 'increíble historia' sin plantearse lo inverosímil de la palabra 'increíble'.
Uno de los programas que trataron en directo la 'increíble historia' sin plantearse lo inverosímil de la palabra 'increíble'.
RTVE
Uno de los programas que trataron en directo la 'increíble historia' sin plantearse lo inverosímil de la palabra 'increíble'.

"La increíble historia de Manel. Le van a ver con 22 años, en el año 1979. Ahí lo tienen, cuando estaba en la flor de la vida, trabajaba como marinero en un barco, en ese instante sufre un accidente y cae en coma. Precisamente, fíjense, en el día de su cumpleaños. Así ha estado 35 años. Se durmió en una España que empezaba a dar sus primeros pasitos en democracia y resulta que despierta en un país totalmente distinto. Claro, cuando Manel volvió a abrir los ojos tenía 58 años y había realizado un viaje al futuro", relata la presentadora del magacín matinal de TVE. Está a punto de entrevistar al propio Manel, ese hombre que dice haber estado en coma. El propio relato de la periodista y como lo entona a cámara parece de arranque de telefilm de tarde Antena 3. Pero, aunque la noticia es inverosímil, se da como cierta, sin espíritu crítico. Es más, se entrevista a Manel sin indagar en esas preguntas que se está haciendo el espectador en ese mismo instante: ¿cómo es posible tantos años en coma y sin aparentes secuelas?, ¿por qué no hay médicos explicando un caso tan imposible?, ¿cómo no ha sido noticia antes un suceso de tal recorrido en décadas?, ¿cómo una televisión pública sólo pone un micrófono a una persona y no se cuestiona ninguna de las incongruencias?

Tal vez nos estamos volviéndo demasiado naifs. Pero esta realidad representa la urgencia en la que vivimos. Lo mismo sucede en otros canales de televisión, radio y prensa en ese día. No lo hacen todos, pero sí es llamativo que lo hacen muchos. Ya ha empezado un efecto dominó que empezó en El Mundo y que dio credibilidad la agencia EFE. Todo tipo de medios están dando una información falsa, pero pocos contrastan ni ponen en duda las incoherencias que surgen desde la primera publicación. A pesar de que el asunto es descaradamente extraño y despierta más contradicciones que credibilidades. Pero no hay que dejar pasar los clics y la audiencia rápida que atrae este asunto. Si lo da la competencia, yo también. Uno no puede permitirse quedarse sin este historión. Así que hay que sumarse a 'la increíble historia'.

Como consecuencia, sin percatarnos, estamos dejando de ser periodistas para ser solo unos replicantes. Ni siquiera se salva la cadena pública, que se zambulle en la vorágine del impacto inmediato en vez de proporcionar la perspectiva del rigor que no necesita la sensiblería para atraer al público. Porque, al final, si clonas lo mismo que las privadas y con el mismo tono de condescendencia en el tratamiento, el espectador sólo te lanza al ostracismo.

Las preguntas sobre el caso Manel Monteagudo. (EFE)

Pero la urgencia con la que se trabaja hoy puede nublar hasta el sentido común, por lo que se ve. Al día siguiente, La Sexta, que también dio como verídico lo inverosímil en sus informativos, relató: "Anoche les contábamos en este informativo la historia de Manel, un hombre gallego que aseguraba haber estado más de 30 años en coma. Una historia que nos llegaba a través de la agencia EFE y que nosotros completábamos hablando con el protagonista. Hoy, al avanzar en esta historia nos hemos encontrado con muchas dificultades, dudas y contradicciones que nos hacen rectificar". Lo que denota cómo se funciona en los medios de comunicación. Aunque la noticia sea insostenible y tu olfato te lo diga, se lanza al espectador. Primero se da, después se confirma. Lo contrario que enseñan en la carrera. Y si tiene el sello de una agencia como EFE, pues se da por válido sin fisuras. Aunque el suceso no haya por dónde cogerlo. También eso hay que mirarlo y ejercer autocrítica, por tanto.

La realidad que esconde esta circunstancia es que estamos en la era de la vertiginosa información de impacto. Urge ser el primero en comunicar un hecho insólito, lo que puede arrasar con la responsabilidad del periodismo clásico de responder a las cinco W: Qué (What) ha sucedido, Quiénes (Who) son sus protagonistas, Dónde (Where) ha sucedido, Cuándo (When) ha sucedido; y por qué ha sucedido (Why). Con la prisa, tampoco se indaga lo suficiente en los intereses que pueden existir detrás de que, en ese instante, surja tal información. Incluso se pasan por alto las incongruencias más básicas. Entonces, es fácil introducir un bulo en los medios. No hay tiempo para cotejar, a veces ni siquiera es rentable cotejar. Porque, a priori, parece que se consume más el titular grandilocuente que el análisis periodístico calmado y contrastado.

Y todo es empeorable. Cuando se descubre la evidencia de que es mentira, se huye de la autocrítica que nos permite progresar y se culpabiliza a la persona de 'la historia increible'. Primero se da la información sin contrastar, se contrasta días después y, como desenlace, se le culpabiliza por mentir, cuando también debería ejercerse un mea culpa por aquellos que dieron credibilidad a un hecho imposible. Éticamente todo mal, pero que más da la ética: así se estira más el morbo de la historia. El entrevistado es víctima dos veces. Lo han hecho programas como 'Cuatro al día', persiguiendo a la persona hasta el escarnio público. Cuando, al final, sólo él ha perdido perdón.

"Todos erramos. Pero sólo el protagonista de la historia ha pedido perdón"

Todos erramos. Pero sólo el protagonista de la historia ha pedido perdón. La falta de arrepentimiento de los medios de comunicación es, sin embargo, un síntoma de la poca conciencia del error y de que estamos ante un mal endémico en tiempos de periodismo de usar y tirar.

Como recalcaba la brillante periodista de TVE Alicia G Montano, cuando se ejerce el periodismo hay que recordar que nuestra responsabilidad está en que hay que hablar al ciudadano, no al consumidor. No hay que vender historias desde la condescendencia que piensa más en engatusar a la audiencia que en aportar herramientas útiles y críticas a esa misma audiencia. ¿Era posible este caso? ¿Qué hay detrás para que suceda esto? Es lo que ha pasado con esta historia del hombre que decía estar en coma. En vez de preguntarse cómo era posible tal hecho, algunos se quedaron en el romanticismo peliculero de un drama con final feliz. Aunque no se sostuviera y se tambalerara en muchos flecos sueltos muy a la vista.

En una época en la que la información se elabora y consume a una velocidad de vértigo, la intensidad no puede arrasar con la profundidad contrastada y meditada. El periodismo es también contar con la virtud de escabullirse de la emergencia cuando toca para no caer en la trampa de la 'información de golpe de efecto', que va directa a la simplificación de la emoción vehemente del momento y termina siendo una peliaguda bacteria social. El espectador se convierte en menos crítico, en más manipulable. Y, por lo que se ve, el periodista también. Porque olvidamos la responsabilidad de pararnos a pensar, que es la manera de ser útil y que la audiencia crea en ti. Todos nos podemos equivocar, pero hay equivocaciones más escandalosas y menos entendibles que otras.

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