Joaquim Coll Historiador y articulista
OPINIÓN

Dejen en paz la gramática

La ministra de Igualdad, Irene Montero, este sábado en el acto electoral de Podemos en León.
La ministra de Igualdad, Irene Montero.
EFE
La ministra de Igualdad, Irene Montero, este sábado en el acto electoral de Podemos en León.

No hay duda de que el feminismo es la mayor revolución que se ha producido en el último medio siglo en Occidente, y que el salto tanto en reconocimiento como sobre todo en el ejercicio de los derechos de las mujeres ha sido tan espectacular como maravilloso. Subsisten la intolerable violencia de género o el llamado ‘techo de cristal’ para el acceso a determinados puestos directivos, junto a una menor retribución en algunos trabajos, pero todo eso tiende a ir a menos y a ser cada vez más denunciado, lo cual no significa que ya estemos bien ni que la lucha feminista no deba continuar. Ahora bien, también es necesario denunciar algunas modas equivocadas que se han transformado en una discurso políticamente correcto frente al cual es difícil rebelarse sin que te tachen de retrógrado o machista. Me refiero al lenguaje inclusivo que nació en los Estados Unidos en la década de los setenta y que en España ha tenido un desarrollo desmedido en las últimas décadas.

Un discurso políticamente correcto frente al cual es difícil rebelarse sin que te tachen de retrógrado o machista

Por eso tiene tanto valor que la lingüista y feminista Carme Junyent haya publicado junto a otras 69 autoras el alegato Som dones, som lingüistes, som moltes i diem prou (Somos mujeres, somos lingüistas, somos muchas y decimos basta). La idea esencial del libro es que para seguir avanzando en la igualdad lo importante es cambiar la sociedad, no la gramática. Porque con la manía por desdoblar todo el rato los géneros, supuestamente para hacer la comunicación más inclusiva, no solo se cae en un innecesario despilfarro del lenguaje (que en prensa escrita es imposible), sino que acaba siendo irracional y excluyente. Por ejemplo, muchas niñas ya no se sienten reconocidas cuando escuchan que tal libro o película "es para niños". La obsesión por evitar el masculino genérico produce un desdoblamiento (todos y todas) que obliga ahora a introducir un tercero género no binario (ni hombre ni mujer), el famoso "todes". El abuso del generismo es un disparate que destruye la gramática.

Junyent sostiene que el lenguaje inclusivo es una ideología que se ha impuesto desde arriba, primero desde el discurso político y después mediante las propias instituciones, que han acabado imponiéndolo e incluso penalizando a quien no lo utilice. Pero que en realidad no aporta nada al avance en la igualdad entre hombres y mujeres. El género no tiene nada que ver con el machismo porque en la mayoría de las lenguas no se hace esa diferenciación, y no por eso esas sociedades son más igualitarias, como tampoco en las que el género no marcado es el femenino. En España es un postureo ideológico, que da trabajo a un grupo de técnicos, pero que genera fatiga en el público y que corre el riesgo de ser impreciso en los textos jurídicos cuando retorcemos la gramática.

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