La pandemia de coronavirus ha desviado la atención mundial de las elecciones norteamericanas para las cuales apenas falta una semana. Es la primera vez en muchas décadas que las circunstancias adversas que vivimos han hecho que nos olvidemos de cuanto se dilucida en las urnas de los EE UU. Y es un error, porque el próximo martes día 3 todos nos vamos a jugar una parte importante de nuestra suerte inmediata y futura, con la particularidad de que no podremos participar.

Para muchos miles de millones de personas esparcidas por los cinco continentes son elecciones sin derecho a voto. La política norteamericana traspasa las fronteras y vivimos unos años en que lo hemos estado sufriendo día a día. Hay quien dice, y algo de razón tiene, que en Estados Unidos lo más parecido políticamente a un republicano era un demócrata. Pero en esta legislatura que termina, con la llegada al poder de Donald Trump, esto ha cambiado radicalmente.

"Nadie que conozca la política norteamericana puede estar seguro de que no sea reelegido"

Trump pasará a la historia como el presidente más esperpéntico de cuantos han gobernado la primera potencia mundial. Sus excentricidades, su falta de talento y su desprecio de casi todos los que dentro y fuera no se rendían a sus veleidades dejarán huellas imborrables en sus biografías. Aunque peor es la división que propició en la convivencia norteamericana y la desestabilización de la comunidad internacional.

Aunque las encuestas son muy desfavorables, nadie que conozca la política norteamericana puede estar seguro de que no sea reelegido. Lo cual, no puede por menos de despertar preocupación: cuatro años más de su gestión nefasta es lo peor que podría pasar ante el reto de la recuperación del destrozo de la Covid-19.