6.000 toneladas de dióxido de azufre al día, columnas de humo que alcanzan los tres kilómetros de altura y nueve lenguas de fuego que han engullido más de un centenar de casas, carreteras y cultivos. Así es el aliento del dragón que despertó en la isla de La Palma abriendo su boca en Cumbre Vieja. A la ciencia hay que agradecer la previsión que logró poner a salvo la vida de los palmeros y a las administraciones su eficaz logística de auxilio. Esta vez la ayuda a los damnificados no ha de perderse en la noche de los tiempos. La isla bonita ha de sentir el respaldo de toda España
OPINIÓN21.09.2021 - 07:15h
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