Vístanse de verde esperanza. Hay razones para ello; eso sí, sin exagerar. El delta del Ebro acoge este invierno -por la sequía en otros humedales- más flamencos que nunca, y el río Besòs recupera su salud ambiental.
Aquel incendio que se declaró en una industria química de Montornès del Vallès en diciembre del 2019, provocó vertidos tóxicos que dañaron gravemente el ecosistema fluvial. Décadas de esfuerzos recuperadores se esfumaron en pocas horas. Pero lo peor ya pasó y los municipios ribereños han trabajado estos años a fondo para volver a la normalidad.
Estos días la alcaldesa de Sant Adrià ha conseguido el compromiso del Ministerio para la Transición Ecológica, para descontaminar las playas de la desembocadura del Besòs. Recordarán ustedes que, hace apenas unos meses, la playa del litoral fue clausurada por la aparición de residuos industriales. Asimismo, otra intervención verde y descontaminante va a llevarse a cabo en Badalona en los solares de La Mora.
Pero todo ello, siendo importante, no es suficiente. Los movimientos vecinales de las ciudades del cauce se han coordinado y aliado para intentar revertir los déficits históricos, no sólo de carácter ambiental, del Área Metropolitana norte. El Besòs y sus gentes reclaman mimo político y justicia territorial. Dénsela, lo merecen; han ejercido de pariente pobre metropolitano demasiado tiempo.
La escritora Ann Zwinger decía: ”Si hay un río en el lugar donde crecimos, probablemente lo oiremos siempre”. ¿Oído barra?
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