En su día Fernando Trueba ganó el Oscar con Belle Epoque y ahora acaba de ganar el Goya por Chico & Rita, que a través de los dibujos de Mariscal cuenta la imposible historia de amor de un pianista y una cantante cubanos.
Estrena su decimocuarto largo...
Sí, pero estoy tranquilo. Con los años aprendes que las películas se promocionan, pero que luego es lo que Dios quiera... Lo paso peor haciendo el filme que con esto.
¿Con qué lo pasó mal con esta?
Con varias cosas, porque han sido siete años de trabajo. Hubo de todo: rachas de mucho trabajo y otras de esperar sentado a que animasen los planos. Tanto, que me dio tiempo a hacer El baile de la victoria.
¿El que sea de dibujos animados la hace todavía más suya?
No, porque todas mis películas han sido muy personales. Todas son igual de mías.
Pero alguna diferencia habrá...
Sí: el desafío de lograr que el público se identifique con unos dibujos, que los perciba como humanos y que las dificultades técnicas no opaquen el corazón de los personajes.
¿Cómo fue esa parte técnica?
Muy bonita. Es un placer ver a Mariscal investigar y probar tecnología y, al mismo tiempo, conseguir hacer una película personal y artesanal donde el dibujo es muy importante. Había algo que me obsesionaba: que la cinta no perdiese el punto Mariscal. Me preocupaba más a mí que a él.
¿Cómo es ese punto Mariscal?
Algo que se siente en el color, el dibujo, la forma. No quería que eso se perdiera.
¿Cómo nacen Chico y Rita?
En Barcelona, con Mariscal. Me decía que le apetecía mucho, pero que iba a morirse sin hacer un largo de animación. Los guiones no le gustaban, exige demasiado trabajo... Le entendí. Y me picó: me dijo que yo tampoco me atrevería, que no me tomaría en serio algo así. Empezamos a hablar, a compartir ideas y algo lo hizo todo realidad.
¿El qué?
Unos dibujos suyos de La Habana. Al ver esa calle dibujada me dije: esto en película sería la leche. Así que empezamos la historia: La Habana, años cuarenta y cincuenta, protagonizada por músicos...
Y el viernes llega a los cines.
El resultado ha superado la primera idea. La película ha ganado, porque todos nos hemos dejado las pestañas en ella.
Es, además, muy romántica...
Sí, queríamos una historia de amor. A Mariscal le encantan los boleros y quería algo parecido a uno. Él no los canta, los inventa, y son como sus dibujos: rotos, geniales, absurdos.
¿Cómo se animan esos dibujos?
Al milímetro. La animación es muy trabajosa y cara.
¿Cuánto costó el filme?
Diez millones de euros. Comparada con otras películas es cara, pero muy barata si pensamos en EE UU. Ha participado mucha gente en ella y durante mucho tiempo...
¿Pensó alguna vez que no llegaría a terminarse?
No. Lo más complicado era arrancar, y tuvimos la suerte de encontrar un coproductor inglés que se comprometió a financiar la mitad. Quedaban cinco millones, y eso fue algo menos trabajoso.
¿Cómo dirigió con Mariscal?
Muy bien, porque las tareas estaban muy claras. Opinábamos de todo, pero cada uno tenía claro su ámbito.
¿De dónde sale el detallismo gráfico de la película?
De Mariscal. Parece un tipo más descuidado y genial, pero está obsesionado con los detalles y la documentación. Es muy trabajador.
Y usted, cada día más romántico y sentimental.
Puede ser... pero siempre con humor, buena música y creo que más curro visual. Siempre he amado el cine de Truffaut y Max Ophuls, pero con el tiempo le vas añadiendo cosas... Tampoco nada nuevo: todas mis películas pueden calificarse como románticas.
Y lo próximo, ¿qué será?
Quiero rodar un guión, El artista y la modelo, y hacer otras tres películas de animación junto a Mariscal. La experiencia me ha encantado.
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