La mujer que apuñaló a una monja en el Albergue Covadonga dice que lo hizo por venganza, no para matarla

Los forenses confirman que la primera herida hubiese sido mortal

La acusada de apuñalar el 14 de febrero de 2010 a una monja en el Albergue Covadonga ha declarado este miércoles que quiso hacerle "un poco de daño" por venganza, al no darle hospedaje, pero ha asegurado que no tenía intención de matarla. "Me arrepiento de verdad de haberlo hecho", ha insistido en varias ocasiones al tiempo que ha dicho desconocer el cuchillo que se le mostraba.

"Quiero pedirle perdón, le ha dicho cuando abandonaba la sala. "Te he perdonado desde el primer momento, al Señor Dios le he pedido perdón para ti", le ha respondido la víctima.

Así lo ha indicado en el juicio celebrado en la Sección Octava de la Audiencia Provincial de Asturias con sede en Gijón, en el que la Fiscalía ha mantenido su petición de 10 años de cárcel y el pago de una indemnización de 6.630 euros por lesiones y 15.000 euros por las secuelas. Según la fiscal, hubo alevosía, por su superioridad física y al buscar estar a solas.

Por su parte, la defensa ha sostenido que se trata de un delito de lesiones, por lo que ha pedido seis meses de cárcel, y, en todo caso, que se califique como homicidio en grado de tentativa y no asesinato, con los atenuantes de arrebato y actuar bajo los efectos de sustancias psicotrópicas, para lo que solicita dos años de cárcel. Asimismo, pide el abono de una indemnización de 6.630 euros por las lesiones pero rechaza que existan secuelas.

La mujer ha relatado que ese día había consumido alcohol, cocaína, heroína y metadona y que sólo quería un alojamiento para no dormir en la calle. Según ella, la religiosa la echó a la calle "sin ninguna consideración y de malas maneras", lo que le hizo perder el control y agredirla.

Aunque no recordaba el arma que se le mostró, sí ha confesado que el agredió con un cuchillo "pequeñito" que llevaba en el bolso por si tenía que pelar fruta. "Yo lo veo bastante normal", ha indicado.

Tampoco recordaba que alguien la cogiera de la mano para que soltara a la monja y ha sostenido que tenía lagunas mentales de lo que pasó. Si ha señalado que una persona le pidió que dejara de agredir a la monja, para luego en un segundo estar ya detenida. A preguntas del magistrado, ha reconocido que aunque tenía dinero para pagar una habitación, prefirió emplearlo en droga. "Errores que cometí", ha apuntado.

Por su parte, la víctima, Sor Marcelina Muñiz, ha explicado que a la imputada, con la que el trato era "normal", la vio siempre en cambio con actitudes extrañas, por lo que no le sorprendió la agresión. Según ella, la acusada buscó quedarse con ella a solas y la agredió sin que hubiera discusión previa.

Y aunque intentó sujetarla, no logró evitar que la apuñalara dada la superioridad física de la mujer. "Las noté perfectamente", ha indicado sobre las puñaladas. "Ni me pidió nada, nada más que las puñaladas", ha apuntado antes de asegurar que el cuchillo ya lo llevaba la imputada y que ella no podía darle cama porque no era su cometido.

Según su testimonio, esta última gritaba que llamaran a la Policía porque estaba loca y quería que la encerraran. Fueron los gritos de la monja los que alertaron a la cocinera del albergue, quien la auxilio y pidió a otro usuario del equipamiento que sujetara a la acusada.

En cuanto a la cocinera, ha cambiado su declaración inicial y ha descartado que la monja llevara consigo el cuchillo o que fuera del albergue. Ésta ha relatado que cuando oyó los gritos y entró en la sala, vio a Sor Marcelina en el suelo y a la procesada con el cuchillo en la mano con además de volver a apuñalarla. También esta última le gritó que no se acercara y que no socorrieran a la monja.

Asimismo, se ha leído la declaración del hombre que ayudó a sujetar a la acusada, al no haber comparecido en el juicio. En esa declaración, señalaba que cuando entró en la cocina al oír los gritos de auxilio, vio a la monja cogida por el cuello por la acusada. Al sujetar de la mano a la mujer, el cuchillo cayó al suelo y le dio una patada para alejarlo.

Según él, la mujer estaba violenta y no reconocía haber utilizado ningún cuchillo, para luego pasar a "una calma total". El hombre reconoció posteriormente en las fotos mostradas por la Policía el cuchillo que le quitó.

Por parte de los peritos que examinaron a la víctima, que han declarado a través de videoconferencia, han confirmado que la primera herida, en el tórax, hubiera sido mortal de necesidad si no la auxilian pronto los presentes. Además, han señalado que la profundidad era mínimo de entre cinco o seis centímetros y que sí existen secuelas, no atribuibles a la salud previa y edad de la religiosa.

Otro de los peritos que ha testificado en la sala ha señalado que la acusada sufre de trastorno disocial de la personalidad y ha confirmado que, pese a los antecedentes de consumo de sustancias tóxicas, no parece que haya consumido alcohol y drogas antes de la agresión, al no coincidir con el relato "medianamente estructurado" que hace la mujer, por lo que ha descartado que tuviera sus facultades cognitivas superiores alteradas.

También ha declarado el portero del albergue que dejó pasar a la mujer y algunos de los agentes que intervinieron. Esos últimos han indicado que vieron a la acusada "tranquila" y que no aparentaba estar bajos los efectos de alcohol y droga.

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