Tierra de ‘fitipaldis’

En Alicante nos pesa un poco el pie cuando nos ponemos al volante.
Hasta a 180 kilómetros por hora han ‘sobrevolado’ algunos por diferentes avenidas del centro de la ciudad, que deben enfilar como circuitos. En mi renqueante moto pequeña yo los veo pasar, con el rabillo del ojo escrutando el retrovisor, atemorizado por si se les va la trazada, como a Ayrton Sena, y me injertan el carenado en la mandíbula.

En la avenida Gastón Castelló, además, veo a otros moteros, adolescentes, que no alcanzan esas velocidades por falta de cilindrada, pero que son capaces de recuperar el rebufo de los de cuatro ruedas porque... se saltan los semáforos. Luego vemos las estadísticas y, en el último año, sólo nos superaron en Madrid en el número de muertes en la carretera.

No faltarán quienes culpen a la Policía y la Guardia Civil, con la cantinela de que no patrullan bastante, pero yo no me sumaré a esa atalaya. ¿Mano dura? Quién sabe, tal vez el único remedio sea plantar por todas partes bandas sonoras, de esas que destrozan los amortiguadores. Siempre será mejor que destrozar vidas.

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