Aguja, hilo y tesón, las armas artísticas de Cristóbal Balenciaga

  • ¿Cómo pudo un niño de un pueblecito pesquero convertirse en el gran maestro de la moda en París, con Givenchy y Ungaro como alumnos y divas como musas?
  • Un nuevo libro lo desvela.
  • El modisto era tremendamente perfeccionista y riguroso.
El modisto Cristóbal Balenciaga.
El modisto Cristóbal Balenciaga.
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El modisto Cristóbal Balenciaga.

"Si la estructura es buena, uno puede construir lo que quiera", solía decir Cristóbal Balenciaga. Era un hombre tremendamente perfeccionista y riguroso, muy exigente consigo mismo y con los demás. Pero sobre todo, fue un trabajador incansable, un autodidacta y un creador que consiguió sus objetivos con tesón, trabajo y mucha experiencia. No fue cuestión de suerte.

Resulta difícil imaginar cómo un niño nacido en 1895 en un pueblecito de pescadores de Guipúzcoa, Guetaria –también cuna del marino Juan Sebastián Elcano– llegó a convertirse en un modisto de renombre internacional, a cuyos pies se postraron Dior y Coco Chanel. Ésta llegó a decir de él: "Es el único de nosotros que es un verdadero couturier", porque dominaba a la perfección el arte de la costura y participaba en el proceso de creación de comienzo a fin.

La especialista en moda Miren Arzalluz intuía que algo debía explicar este salto. Fue así como comenzó su investigación sobre esa parte desconocida de Cristóbal, antes de que triunfara en París. Esta parte primera de su vida es un misterio: el modisto era una persona muy reservada, no le gustaba hablar de sí mismo, rehuía de la vida social y concedió una sola entrevista en toda su vida. No lo hizo para ninguna revista de moda: fue para el diario británico The Times, y para entonces ya estaba retirado.

En su afán de reconstruir su vida, Miren buscó entre archivos municipales, libros de impuestos, hemerotecas y testimonios de los que le conocieron. El resultado de sus pesquisas se recoge en Cristóbal Balenciaga. La forja de un maestro (1895-1936), recién publicado por la editorial Nerea.

Una niñez entre costuras

A pesar de que Guetaria estaba muy alejada del mundo del glamour, fue allí donde Balenciaga se interesó por la moda. Siendo el pequeño de tres hermanos, Cristóbal se quedaba arrobado viendo a su madre coser. Su padre, pescador, murió pronto, y ella, por quien siempre sintió una gran devoción, accedió a enseñarle a coser. Se acababa de estrenar el siglo XX y el País Vasco era el lugar de veraneo preferido por la aristocracia. La mejor clienta de la madre de Balenciaga era la marquesa de Casa Torres, una fashion victim de antaño que contaba con un guardarropa con modelos de París y Londres, además de una importante colección de arte.

Auspiciado por la marquesa, Cristóbal comenzó a trabajar como aprendiz en sastrerías de San Sebastián. Tuvo la oportunidad de viajar a París y Burdeos, donde se empapó del negocio de la moda y aprendió el idioma. Así, a los 22 años, estableció su propia casa de alta costura en San Sebastián, donde había un comercio de lujo alimentado por las frecuentes visitas de la Casa Real. La reina María Cristina y Victoria Eugenia se convirtieron pronto en sus clientas.

Abrió nuevas casas. El negocio subía como la espuma pero en 1931 sufrió un importante bache con la proclamación de la República y el exilio de la Casa Real y la Corte. Balenciaga 'rebajó' el corte de su clientela y abrió sucursales en Madrid y Barcelona. Y entonces, estalló la Guerra Civil. Aunque nunca podremos saberlo con seguridad, parece ser que esto le empujó a marcharse a París. No era ningún jovencito en busca de aventuras; tenía 42 años, un gran bagaje a sus espaldas y un agudo sentido de los negocios. "Lo tenía todo para triunfar", señala Miren. "Y ya era un modisto consolidado antes de llegar".

Irrumpió en la capital de la moda con un nuevo modelo de mujer. En contraposición con la figura encorsetada y ceñida de Dior, él triunfó con líneas más fluidas y relajadas, abrigos cuadrados, vestidos saco, abullonados y faldas globo. Introdujo detalles extraídos de los kimonos, como las mangas y la sensual caída de cuello bajo la nuca, propio de las japonesas. Pero en su admiración por lo foráneo no olvidó sus raíces; influenciado por el historicismo que reinaba en la época, se inspiró en Velázquez y Goya para sus colecciones. Esta influencia no se limitó a colores y texturas: presentó sobre la pasarela 'modelos infanta' con faldas de cintura redonda que causaron furor. "Balenciaga no intelectualizaba su inspiración, como hacía Dior", cuenta Miren. "Era un hombre extremadamente sensible y simplemente se empapaba de todo aquello que le llamaba la atención".

Tuvo grandes discípulos como André Courrèges, Emanuel Ungaro y Hubert de Givenchy, y grandes clientas, como Greta Garbo, Ingrid Bergman y sobre todo Marlene Dietrich, que aseguraba que Balenciaga conocía sus medidas de memoria y que ninguno de los vestidos que le encargó exigió retoques.

Su estilo aún está muy presente en las pasarelas, diseñadores como Pertegaz beben de su influencia. Y sus piezas son tesoros atemporales, jamás pasan de moda.

Balenciaga, muy vivo

La Casa Balenciaga no murió con su artífice. Hoy en día posee 37 sedes en todo el mundo y exhibe sus nuevas creaciones en la Semana de la Moda de París bajo firmas como Nicolas Ghesquiere, que adapta el espíritu de su creador a los nuevos tiempos. Como antaño, Balenciaga cuenta con incondicionales entre las celebridades de hoy: Gwyneth Paltrow, Kate Moss, Sienna Miller, Kylie Minogue y la mismísima Anna Wintour (editora de Vogue). Nicole Kidman, que los ha lucido en muchas ocasiones, incluso se casó vistiendo uno de ellos, en su fastuosa boda con Keith Urban.

No pases de...

  • Una película: Anastasia. En este clásico de Anatole Litvak, Balenciaga firmó las exóticas túnicas de cuello mao que lució el galán Yul Brynner y los espléndidos vestidos de Ingrid Bergman. El sastre también participó en películas de Maurice Chevalier y Jean Cocteau, como El testamento de Orfeo. 1956, 20th Century Fox. 8,99 euros.
  • Un disco: Playing The Piano. Se sabe muy poco de los gustos musicales de Balenciaga: tanto en sus desfiles como en sus talleres y oficinas, siempre reinaba un silencio reverencial. Tan sólo ha llegado a nosotros una afición: le encantaba el piano. Sin duda, hubiera adorado esta obra de Ryuichi Sakamoto, siendo además admirador del arte japonés. Universal (2009), 22,95 euros.
  • Un libro: Cristobal Balenciaga. La forja de un maestro. Con gran profusión de imágenes, la autora pinta un deslumbrante fresco histórico y social de la vida, creaciones y referencias del modisto desde su nacimiento en la localidad vasca de Guetaria hasta París, donde consagró su genio artístico. Miren Arzalluz. Editorial Nerea (2010), 38 euros.
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