De Málaga a Nunca Jamás

Las notas de la entrevista con Carlos Miranda parecen acertijos.
Miranda expone en Ollerías.
Miranda expone en Ollerías.
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Miranda expone en Ollerías.
Rescato una frase: «La obra siempre es indicio; nunca se desvela del todo». El propio Carlos Miranda (Málaga, 1971) es un ser casi evanescente. No lo tenía calculado, pero terminó convertido en artista, tal vez para permitirse vivir muchas vidas en una. En la más convencional es profesor de la Facultad de Bellas Artes de Málaga, aunque prefiere enseñar a los niños. Los niños son seres que tejen mundos imaginarios, amigos invisibles que siempre contestan a una pregunta con otra.Miranda creció en el centro de Málaga e, inevitablemente, los solares, los andamios, los agujeros que enseñaban las tripas de una ciudad cuyo signo de identidad es «la provisionalidad» se le prendieron de la retina. «Los solares son espacios inquietantes. Agujeros negros, tierra de nadie, reductos de libertad». La afición por las maquetas que le inculcó su padre le hizo entender que las cosas tienen estructura interna y que uno se puede crear mundos a escala. También lo ayudó a desarrollar habilidades tecnológicas, igual que la lectura de libros de aventuras lo impulsó a buscar territorios imaginarios.

Con esos mimbres, y de la mano de Anonymous y Polaroid Star (dos personajes inventados), la obra de Miranda transforma Málaga en una Isla de Nunca Jamás donde las apariencias son vagas o engañosas y donde la construcción de la aventura propia está en manos de cada uno. Minuciosas maquetas, argumentos, fotos y textos, mosaicos, construcciones, alambicadas acuarelas reinventan esta Málaga cambiante, inconclusa, que llevó a Carlos Miranda a la emoción del arte.

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