La ciudad está dentro y el museo fuera

El Marco pulsa las actitudes urbanas del arte gallego a través del trabajo de unos treinta artistas nacidos después de 1970.
Los sprays de Pablo Pérez, El Tiña y Nano 4814, entre otros, han tomado las salas de la planta baja del Museo de Arte Contemporáneo.
Los sprays de Pablo Pérez, El Tiña y Nano 4814, entre otros, han tomado las salas de la planta baja del Museo de Arte Contemporáneo.
A. Daval
Los sprays de Pablo Pérez, El Tiña y Nano 4814, entre otros, han tomado las salas de la planta baja del Museo de Arte Contemporáneo.
El vestíbulo del Marco huele a spray. Es el rastro de la ciudad. Las generaciones urbanas que laten en el arte gallego han tomado cada rincón del museo. Treinta artistas nacidos después de 1970 invaden la planta baja. Graffitis, instalaciones sonoras y plásticas, pintura, fotografía, vídeo. Es Urbanitas, la última apuesta del centro que dirige Iñaki Martínez Antelo.

Berio Molina ha envasado la tradición musical al vacío en un enorme fol de gaita que el espectador puede hacer sonar. Rubén Ramos Balsa dirige una orquesta de músicos diminutos encerrados en pantallas de cristal líquido. Pancho Lapeña tiene un tanque, un Panzer 3, pero es un tanque azul, frío, incapaz. Nano 4814, El Tiñas y Pablo Pérez han convertido el museo en muro, el altar en dazibao. A Antón Cabaleiro la ciudad se le aparece fragmentada en una panorámica discontinua. Las fotos de Carme Nogueira son, sin embargo, más allá del trampantojo, voluntad de acción.

Aquí y ahora, inmediata, Urbanitas se encarama al reloj para no esperar a mañana. Y lo hace, también, con imágenes y música. Videourbanitas, en el Espacio Anexo, pulsa el audiovisual urgente mientras el patio se llena de sonidos. Esta noche, Telémaco (Lugo) y los vigueses  Ningunos Djs. Y habrá más.

* Marco. Príncipe, 54. Hoy, desde las 20 h, se inaugura (invitación). Sábado, entre las 11 y las 21 horas, y domingo, de 11 a 15 h. Entrada: 3 euros, gratis en Espacio Anexo.

Del dazibao al altar

Por primera vez en Galicia, el graffiti y el stencil abandonan el muro por la pared de un museo. El espray cambia el dazibao anónimo y se encarama al altar del arte contemporáneo. Las paredes chorrean y el edificio huele a spray. La oportunidad es única: la calle, a veces, está demasiado lejos.

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