El número de vehículos a los que se da el alto, dicen en el 092, depende de la fluidez del tráfico, aunque suele superar los 250. Desde el viernes por la noche y hasta el domingo bien entrada la madrugada, se asignan entre seis y ocho agentes para cada dispositivo de control. Se emplea un furgón de atestados o un vehículo que preserve la identidad del conductor, y al menos otro coche patrulla para que no se produzcan incidentes.

Y es que «se detectan vehículos sustraídos en un control rutinario, gente con orden de búsqueda o conductores ebrios que se asustan y se dan a la fuga o muestran una actitud violenta», afirma Manuel Aceña, del sindicato policial.

La ubicación coincide con la ruta de las zonas de movida: la calle Juan Flórez, la plaza de Pontevedra, la salida de la Ciudad Vieja o La Marina son puntos fijos. También se realizan pruebas de alcoholemia de forma aleatoria para no habituar a los conductores a rutas alternativas.

Poca seguridad

«Se hace un trabajo importante, pero aun así insuficiente», opina Manuel Aceña. «Es un problema social grave, y para combatirlo no llegan sólo medidas policiales».

Sin embargo, considera que estos controles podrían realizarse «con mayores medidas de seguridad», como barreras antifugas: el pasado martes, un coche que huía del radar acabó chocando contra un autobús urbano.

De cuatro a seis puntos de sanción

La ley prohíbe a los conductores circular con una tasa de alcohol superior a 0,25 mlg/l en aire respirado, el índice que detectan los alcoholímetros de la Policía. Para conductores con menos de dos años de carné, la tasa es de 0,15 mlg/l. Asimismo, se tipifica como sanción ‘muy grave’ superar los límites establecidos, y con el nuevo sistema de puntos del permiso de conducir se pueden restar de cuatro a seis puntos, la misma pena que si alguien se niega a la obligación de someterse al control.