Tanto mejor. Porque el pinchito de lacón con grelos se lo despachaban siempre los mismos y al ciudadano no le quedaban sino las migajas y una carretera que, al fin y al cabo, ha pagado con sus impuestos.
Por desgracia, aún resisten muchos de esos que lucen orgullosos su corbata y gustan de hacer un álbum de fotos con cada gesto que dedican al personal, como si la obra en cuestión fuera un regalo suyo. Ahora se anuncia un nuevo talante, pero que nadie se confíe, pues dicen que las modas, como la historia, se repiten.
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