David Delfín: el encanto de la contradicción

  • Detrás de sus diseños transgresores hay un David Delfín sensible y sorprendente, regido por el deseo y la tentación.
  • Su prestigio va 'in crescendo'; también su amor por Bimba Bosé.
El joven diseñador David Delfín.
El joven diseñador David Delfín.
Jorge París
El joven diseñador David Delfín.

La semana pasada triunfó en la New York Fashion Week y este lunes desfila en Cibeles. Ante el mundo, Davidelfin es sinónimo de transgresión, pero en su taller de la madrileña calle de Jorge Juan nos recibe un joven sensible y atento, contenedor de un gran mundo interior que, poco a poco y sin que él mismo se dé cuenta, fluye hacia afuera.

Curiosamente, el David Delfin que nos recibe no viste de Davidelfin. "El pantalón lo he adelfinado -explica-, le meto por aquí, añado algún detalle". En las paredes, los diseños de su nueva colección, Backstage, un guiño al subconsciente. "En la creación soy emocional, y aquí la emoción que tiene mucho peso es la incertidumbre. Me encuentro en un momento de incertidumbre".

Inevitable preguntar por el motivo. "Es la tercera vez que desfilamos en la NY Fashion Week y estamos cumpliendo objetivos, lo cual te crea también momentos de alegría y de cambios. Y los cambios siempre cuestan. Pero esa inquietud siempre va conmigo -se disculpa-. Algunos momentos te crea malestar, pero es una cosa sana, me permite coger fuerzas y tratar de mejorar".

<p>David Delfín en su estudio de Madrid.</p>Nos confiesa un secreto: cuando tiene un día malo se va a una perfumería. "El perfume me vuelve loco, soy un poco como Audrey Hepburn en Tiffany's, me siento seguro en las perfumerías, siento que nada malo me puede ocurrir allí".

Su sensibilidad contrasta con sus brazos tatuados, todo un catálogo –dice él- y cada uno tiene su significado: la frase en inglés “cada hombre mata lo que ama” es de Oscar Wilde, uno de sus escritores favoritos. En recuerdo de su padre, paracaidista, tiene un paracaídas con sus iniciales: A. D. N. (Antonio Domínguez Naranjo). También puede verse la palabra delfín, unos mandala, una calavera ("recordar que vas a morir me dan más ganas de vivir"), el símbolo de la Bauhaus y un bebé, que se hizo cuando Bimba estaba embarazada. Y un elaborado cuchillo. Le encantan los cuchillos, los lleva también de pendientes, “corta con el mal rollo” asegura. En la espalda, los ojos de Buda.

Un perrillo corretea entre sus pies; es el verdadero rey del lugar. Cerca de su escritorio -es allí donde diseña, nada de mesas de dibujo- cuelgan algunas de sus piezas. Señala un estampado de serpiente. "La serpiente es algo que también me interesa, porque tiene que ver con la tentación y el deseo, que es muy importante para mí. El motor de la vida es el deseo, soy una máquina inagotable de generar deseos. En el momento que dejas de tener deseos, te mueres".

Un momento dramático

El amarillo domina sus propuestas. "Es un color contradictorio, yo me siento muy identificado con la contradicción". Una de sus mayores contradicciones es que el hombre que hizo desfilar a sus modelos con soga y capucha es en realidad un abanderado de la tolerancia. Aquella polémica -mala interpretación de su homenaje a Buñuel y el surrealismo- supuso «un momento dramático y duro», ya que incluso quisieron tomar medidas penales contra él. "Fue desmedido. Soy muy tolerante con las opiniones de los demás".

También sorprende oírle hablar positivamente de la represión, una palabra, en su opinión, con mala fama. "Los límites nos hacen civilizados. Entiendo las normas como una protección. Yo tengo que reprimir muchas cosas. Aparte, hay sueños que no hay que realizar".

¿Y qué soñaba David cuando era niño? Con los delfines, obviamente. Fan de Flipper (y de su protagonista, "quería ser como el niño, también porque era rubio. Creo que llevo un rubio dentro"), amaba su manera de moverse, sus sonidos, las leyendas que decían que salvaban a marineros... "Son mamíferos que viven en el mar y eso es algo que va conmigo, porque me adapto a todas las situaciones".

<p>David Delfín con su perro.</p>Lo de "David Delfín" era un mote de sus amigos. "El delfín era mi animal favorito; coleccionaba cosas de delfines, anillos, colgantes, camisetas, abridores, posters… En su momento me enganché mucho con la película El gran azul. Llegué a Madrid en el 89 y los amigos me empezaron a llamar así para distinguirme de otros “David”. Lo de delfín era la coletilla, y al final se quedó".

El otro amor de David es Bimba Bosé. Se conocieron cuando él ponía copas en un bar. Tenían amigos en común y al final surgió el flechazo. "Hubo mucha intensidad desde el principio. Es una cosa rara. Es mucho más que una musa, siempre lo fue desde el principio. Y lo maravilloso es que vas viendo cómo evoluciona: cómo desfiló embarazada, cómo adora a su hija... La amo", confiesa finalmente, y hay auténtica emoción en su mirada. "Me fascina todo de ella. Igual es verdad que es una persona compleja, pero eso la hace aún más interesante. Puede resultar fría o distante, pero es un mecanismo de defensa. Cuando traspasas este filtro te encuentras con una de las personas más cariñosas que conozco, tiene un sentido del humor increíble, aunque ella no lo sabe. Te mira y muchas veces no hace falta que hable, tiene tal intensidad en la mirada… Incluso ahora, a veces me cuesta soportar esa mirada. Pero lo que me encanta es que nunca deja de sorprenderme". Lo mismo podría decirse de él.

La trastienda del subconsciente

Su nueva colección, Backstage, se inspira en la psicología del color de Eva Heller: el blanco es el principio y la resurrección; el negro es el poder, la violencia y la muerte; el gris tiñe los secretos. El amarillo, que equivale a la contradicción, tiene un gran peso. También destacan los estampados de serpiente, diseños de baldosas y cuellos cuadrados.

<p>David Delfín con sus diseños.</p>
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