"¿Dónde demonios está Tiger Woods?", se preguntaban hace unos días los medios internacionales, los mismos que el pasado mes de noviembre habían seguido con interés cómo la vida del astro del golf se convertía, en sólo unos días, en una montaña rusa.

Incluso su entrenador, Butch Harmon, aseguraba que desconocía su paradero : "Sería más fácil  encontrar a Osama bin Laden que a Tiger", bromeaba desde las páginas del Observer.

Sin embargo, el misterio parece haberse aclarado. El golfista ha sido fotografiado por la revista National Enquirer saliendo de la clínica de salud mental especializada en adicciones Pine Grove, en Mississippi.

Según la publicación, Woods estaría sometiéndose allí a un tratamiento intensivo de seis semanas para curar su adicción al sexo.

Después de que se airearan sus numerosas aventuras sexuales extramatrimoniales con hasta una decena de mujeres diferentes, el golfista  perdió varios patrocinios, las teles dejaron de emitir sus anuncios en prime time,  algunas páginas web que homenajeaban al deportista cerraron y su mujer le amenazó con el divorcio.

Su asistencia al centro de desintoxicación podría ser su herramienta para demostrar al mundo y a su familia que está tratando de cambiar.