Qué rabia que los medios dijeran que te habías puesto nerviosa en la gala de este año de los Oscar, Jennifer. Hasta que tomaste la palabra para entregar el premio a la mejor película de animación, habías enamorado a la alfombra roja con tu sonrisa de niña, el vestido de alta costura en plata, la naturalidad con la que habías abrazado a tu apuesto novio de entonces, John Mayer, para posar en el photocall… A éste, una vez dentro del teatro Kodak, incluso le robaste un beso. No pareció importarte que, a sólo doce butacas de vosotros, se acomodaran Brad Pitt y Angelina Jolie.

Luego te mostraste rígida sobre el escenario. Pero es que hablar ante un auditorio como aquel puede intimidar a cualquiera. Tampoco era cómodo que la cámara planeara caprichosamente desde tu rostro al de Jolie. A ella se la vio abriendo las mandíbulas para lanzar una risa poderosa mientras tú desgranabas el diálogo humorístico con Jack Black. Iba escotada en negro, soberbia, con grandes pendientes de esmeraldas y la barbilla alta. Parecía una reina (tú, a tus 40 años, un hada).

Una armoniosa ‘Bridget Jones’

La prensa también apuntó que, durante el acto, tu ex marido y tú habíais intercambiado miradas intensas, capaces de reavivar los sentimientos del pasado. Que él llevaba esa noche el colgante que le habías regalado por su 45 cumpleaños (¡qué alborozo entre tus fans!) Piensa que eso para la otra pudo ser tan hiriente como cuando tú leíste en el Vogue, recién divorciada, sus declaraciones sobre cómo se había enamorado de tu esposo durante un rodaje; o aquella otra ocasión en la que te invitó condescendiente a que os citarais para limar asperezas. Lo confesaste hace poco, el comportamiento de aquella mujer no te pareció correcto. También revelaste lo que sufriste tras la separación: "Me convertí en Bridget Jones y me pasé días tirada en el suelo rodeada de helado".

Sin embargo, no peleaste. Quizá deberías haber utilizado tus armas: colarte de cuando en cuando en los rodajes de la película Mr. y Mrs. Smith, justamente donde tuvieron lugar las peleas más fogosas de ese matrimonio de ficción. Allí, con tu sonrisa, podrías haber rebajado la temperatura del plató o haber mitigado las miradas felinas de la protagonista. Incluso podrías haber dirigido la tuya a alguno de los miembros masculinos del equipo. Nada serio, algún pestañeo, sólo para dar celos a tu pareja.

Dices que te enteraste demasiado tarde de lo que estaba sucediendo, pero aún así, te retiraste sin dar guerra. "No soy una luchadora, ni una persona a quien le guste discutir. Me gusta la armonía y el buen rollo. Mi lema es "sé positiva", explicaste en una publicación.

Fan devota de Brad Pitt

Ahora pides que la prensa deje de especular sobre tu vida privada, que no inventen que lloras en las escenas románticas de tus películas porque te recuerdan a Brad, que no eres una sufridora ("estoy sola, pero sigo adelante") y que no te relacionen con el primer amigo con el que sales a cenar.

Ya lo hicieron con Bradley Cooper o Gerard Butler, pero desde que te divorciaste, sólo hay dos amores confirmados: el músico Mayer y, antes, Vince Vaughn, amigo íntimo de Pitt. En lo que respecta a Pitt, sólo tienes, todavía hoy, buenas palabras: "Es un hombre maravilloso, sólo me produce admiración".

Desafortunada en amores…

Frente a sus fracasos sentimentales, Jennifer Aniston ha cosechado un gran número de éxitos profesionales. La serie Friends la popularizó en 1995 y su personaje, Rachel, se convirtió en el favorito de las televidentes de medio mundo, fascinadas por su melena capeada y sus aspavientos. Desde que se desligó de esa ficción en 2005, ha trabajado en una docena de películas, a razón de dos o tres por año. Según la revista Parade, sus ingresos anuales rondan los 25 millones de dólares y está considerada una de las actrices más rentables de Hollywood. Dicen que en el trabajo cuida el más mínimo detalle y repite las escenas hasta que queda satisfecha.

Por Clara Hernández: Sígueme en Twitter