Se ha comprobado que el consumo de sustancias tóxicas potencia o estimula patologías latentes, las complica y hace más difícil su tratamiento. Además, los consumidores de cocaína o pastillas que están en el «límite poco preciso» de lo que se entiende por normal o anormal, dan con más facilidad el salto hacia una patología mental.
Calderón comentó que la sociedad española es «muy permisiva» con las drogas, cuyo consumo «se banaliza cada vez más», y de forma muy especial el del cannabis. Según el estudio, comienza a ser el paradigma de «producto natural», «da buen rollo», «no engancha» y se le añade además una virtud «ecológica». Ocupa el último puesto de la jerarquía de drogas peligrosas, por debajo del alcohol e incluso el tabaco. La heroína continúa siendo la droga amenazadora por antonomasia, seguida de la cocaína y el éxtasis.
Cinco perfiles tipo
Edad, sexo y religión es lo que más pesa en la actitud ante la droga.
Totalizador: El 26,8% de la población. Rechaza cualquier convivencia con drogas ilegales, pero no con las legales (tabaco y alcohol), llegando a negar su peligrosidad. Católicos no practicantes y de derechas.
Permisivo experimentador: El 25,8%. Partidario de «experimentar», pero consciente de los riesgos (excepto del cannabis). Varón (la mayoría), menor de 30, no creyente y de izquierdas.
Normativista pragmático: El 25,6%. Las drogas siempre estarán ahí, pero pueden evitarse muchos problemas con más control. Mujer (la mayoría), mayor de 50, católica y rural.
Catastrofista: El 18,6%. A favor de leyes estrictas contra las drogas y el botellón, y de más control policial. Más de 50 años, católicos practicantes y de centro derecha.
Trivializador: Creen que todos deberían probar las drogas (3%). Entre 23 y 30 años, urbano y de izquierdas.
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