Los meses de verano abren los ojos a muchos padres, que durante el período estival se percatan de que sus hijas padecen algún tipo de trastorno alimentario (el 90% de los enfermos son chicas), según José Mariano Velilla, responsable de la unidad de trastornos de la conducta alimentaria del Clínico.

 

La playa, el buen tiempo y las vacaciones llevan a los jóvenes a seguir dietas y a descargarse de ropa, comportamiento que en muchos casos deja en evidencia casos de extrema delgadez que comienzan a fraguarse justo antes del verano y se hacen plenamente evidentes en otoño. En otros casos sucede lo contrario: conscientes de su estado, tienden a taparse y evitan playas y piscinas para no mostrar el cuerpo, conducta que al final también acaba llamando la atención de los padres.

 

Sin embargo, no todo es negativo. En los últimos cinco años, el tiempo que transcurre desde que comienzan los primeros síntomas hasta que se realiza un diagnóstico se ha reducido a la mitad, de ocho a cuatro meses.

 

Este diagnóstico precoz, fruto de una mayor conciencia social por estas dolencias, favorece el tratamiento posterior, que gana en eficacia debido al menor deterioro que sufre el enfermo, según indica el doctor Velilla.

 

 

El número de enfermos con trastornos alimentarios se mantiene estable desde hace años. Sin embargo, anorexia y bulimia (los más habituales) afectan cada vez más a los adolescentes. En los últimos cinco años, el 20% de los pacientes atendidos en el Clínico tenían entre 11 y 13 años y la patología se ha diagnosticado incluso en niñas de 9 años, algo impensable hace una década. En el extremo opuesto, los especialistas alertan de que estos trastornos se extienden también entre las mujeres maduras, una tendencia de la que ya informó 20 minutos antes de verano.

 

4,5% de los aragoneses Sufren algún tipo de trastorno de la conducta alimentaria.