Habrá represalia, aunque no se sabe cuándo ni cómo se llevará a cabo. Tras el ataque sin precedentes sufrido entre el 13 y 14 de abril, ordenado por los ayatolás de Irán, Israel está decidido a responder. Es evidente que ningún país dejaría sin respuesta a un ataque masivo con misiles balísticos, de crucero y drones. Cualquier sugerencia de que el ataque fue simbólico o que se emitió un aviso previo resulta ingenua.

Los drones y los misiles balísticos y de crucero no iban cargados de golosinas ni de confeti, sino de explosivos, can capacidades que iban de los 200 hasta los 1.500 kilos. Los ayatolás buscaban causar daño, mucho daño. Cinco horas estuvieron en Israel oyéndose explosiones y en 720 localidades se activaron las alarmas antiaéreas.

Si el sistema de defensa de Israel y sus fuerzas armadas coordinadas con operativos de los Estados Unidos, la Gran Bretaña, Francia, Jordania y Arabia Saudita no hubieran sido altamente competentes, ahora mismo estaríamos hablando de miles de muertes y de, posiblemente, una guerra total entre Israel e Irán.

Hasta ahora, Irán atacaba a Israel a través de sus franquicias, llámense Hezbollah en el Líbano, sus milicias en Siria e Iraq o los Hutíes en Yemen y, evidentemente, Hamás.

Detrás del pogromo que terroristas de Hamás perpetraron el 7 de octubre contra Israel está Irán, que es quien mece la cuna de Hamás y no está para nada de acuerdo con la alianza que ya existe de facto entre Israel y sunitas.

Los más de 3.700 proyectiles lanzados por Hezbollah contra el norte de Israel desde el 7 de octubre, que obligaron a la evacuación de 80.000 personas de la zona, también llevan la marca de Irán.

A pesar de lo que algunos puedan creer, Irán no está luchando por Palestina. La situación es muchísimo más compleja. Y Pedro Sánchez lo debería tener en cuenta, si es que quiere ayudar, como hacen otros líderes europeos.