Camino al hospital se apaga la radio, Spotify, Twitter e Instagram. Se silencia el breaking news, Puigdemont, la boda de Almeida, los Koldos y demás asuntos del día.
Absoluto silencio en el pasillo. Cuatro personas entran por la puerta de urgencias con sus pegatinas amarillas para dar de cenar a los suyos. Algunos dormirán una noche más en el hospital. Otros llegan asustados con la ambulancia, o a la ventanilla de urgencias; con ese escalofrío que genera la incertidumbre.
Lejos quedan los ruidos del día. Y sus rutinas. Y el peso de la otra realidad invisible (hasta que no nos toca) hace tragar saliva. Las esperas, las carencias, la falta de recursos públicos…
Es la otra política. La que habla de REMI, de asistentes sociales, ayudas, plazas en centros de día o residencias, de cuatro meses para gestionar una dependencia… Incluso lo más básico, como una cuchara de postre para la compota o la gelatina resulta un reto. Solo una cuchara de metal. De postre. No sopera.
Sigan distraídos. Y distrayendo. La desconexión política se hace ya infinita. La vida real está en otras muchas cosas.
Comentarios