Miguel Ángel Aguilar Cronista parlamentario
OPINIÓN

La nada y las tinieblas

¡l presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene este miércoles en el Congreso.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el pasado miércoles 10 de abril en el Congreso.
EFE/ Mariscal
¡l presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene este miércoles en el Congreso.

La convocatoria del pleno del Congreso de los Diputados se anunciaba para pedir explicaciones al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a propósito del Consejo Europeo y también del cambio sobrevenido de la política española respecto a la cuestión del Sáhara Occidental. Pero, una vez más, como viene sucediendo desde el 2 de junio de 2018 cuando Sánchez inició su pernocta en Moncloa, su decidido propósito fue invertir el papel asignado a los actores llamados a escena, de modo que el sentido dialéctico de la sesión girara 180 grados, de forma que el emplazado para la rendición de cuentas fuera quien pasara a reclamárselas a quien se había atrevido a solicitarlas, es decir, al líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo.

Que, a tenor del reglamento, la primera intervención de Sánchez careciera de límite de tiempo resultó perjudicial porque su excesiva duración desbordó la capacidad de atención de sus señorías. Eso sí, el presidente, comme d’habitude, se atuvo rigurosamente al principio del ‘autoelogia, que algo queda’, bajo cuyos cánones pretendió perpetrar un autorretrato esplendoroso, sabedor de que ni en política ni en periodismo hay abuelas. Un vistazo a las conclusiones del último Consejo Europeo celebrado en Bruselas los días 21 y 22 de marzo permite comprobar que se trata de un texto que ocupa 14 folios, desplegados en IX capítulos –Ucrania, Seguridad y Defensa, Oriente Próximo, Ampliación y reformas, Relaciones exteriores, Migración, Agricultura, Preparación y respuesta a la Crisis y Semestre europeo–, donde se insertan 45 apartados de distinto calibre. Sánchez se sirvió de todos ellos para presentarse como el líder que no nos merecemos a escala nacional e internacional, sin dar síntomas de sentir vértigo al asumir por separado actitudes de primera línea, rebasando de modo temerario el consejo de las madres –«hijo mío, no te signifiques»– cuando los suyos eran llamados a filas para cumplir el servicio militar. Oídas las intervenciones de los portavoces parlamentarios cabría asegurar que, salvo Aitor Esteban del PNV y algún otro excéntrico, ninguno había echado un vistazo a las conclusiones del Consejo Europeo.

En cuanto a los cambios efectuados por sorpresa y manteniendo en tinieblas al Parlamento, respecto a la posición del Gobierno español sobre el Sáhara, el presidente hizo cantos al reencuentro, sin facilitar esclarecimiento, ni exposición inteligible alguna sobre la carta filtrada por Marruecos con errores vergonzantes, ni sobre los incumplimientos de Rabat en relación con las aduanas de Ceuta y Melilla, ni sobre la intervención del vecino en el cese de la anterior ministra de Exteriores, Arantxa González Laya, ni a qué causas ha obedecido el deterioro de las relaciones con Argelia. Qué lejos aquellas proclamas tan aplaudidas en los congresos del PSOE en apoyo a las justas causas de los pueblos oprimidos; qué lejos también aquel compromiso de honrar nuestros deberes y obligaciones como potencia administradora según la terminología de Naciones Unidas; qué triste el abandono de aquella población que confió en la palabra de España; qué queda de aquellas visitas a los campamentos saharauis de Tinduf y de la acogida que recibían miles de niños saharauis en vacaciones.

Los turnos de Pedro Sánchez fueron dedicados a quejarse del maltrato recibido de Feijóo para pasar acto seguido a maltratarle al cuadrado, acuñando un nuevo lema que utilizó como estribillo para regodearse definiéndole como «la nada y el lodo». En cuanto a la «nada» se recomienda la lectura del libro La nada y las tinieblas de Fridegiso de Tours traducido y prologado por Tomás Pollán, que se ha editado en la colección Libros Inútiles de la editorial La uÑa RoTa. El libro trae causa de la consulta de Carlomagno en el año 800 sobre la existencia de la nada y de las tinieblas. Fridegiso se considera obligado a «reconocer que, aunque la ‘nada’ existe de algún modo, al haber sido creado el mundo a partir de ella (ex nihilo), no nos es posible, sin embargo, decir cuál es su naturaleza, y esta limitación o imposibilidad se debe al hecho de que nosotros mismos, y toda la creación, provenimos de la ‘nada’. Y la pertenencia a ella produce una limitación del conocimiento». La próxima semana abordaremos las tinieblas. Atentos

Mostrar comentarios

Códigos Descuento